Estoy convencido que las fiestas de la navidad a todos nos imprimen cada año un significado cambiante y paradigmático.
En lo personal, ha sido un tiempo de muchas celebraciones y brindis donde el fondo de las celebraciones poco tiene que ver con el nacimiento de Jesús.
Sin embargo hay un pretexto para que las fiestas disfrazadas de “posadas” abran el espacio para la convivencia e intercambio de presentes y regalos aunque no se carguen los santos peregrinos y algunos salgan cargados.
Como aprendiz de psicólogo social el comportamiento humano florece con muchas filias y fobias y con simbolismos distintos.
Desde aquellos que celebran con un sentido cristiano todo el adviento y aquellos que centran la fiesta en regalos, piñatas y confeti donde cambian los villancicos por las rolas de José Alfredo Jiménez.
Y como en las Vegas, entre más lucecitas más bonito.
Desde la serena observación en este tiempo todo es comunicación. Los sentimientos, ideas, deseos, recuerdos, etc., están a flor de piel.
Ponerse de acuerdo para un convivio navideño es más complicado que un parto natural de trillizos donde no faltan los inconformes.
El tiempo les parece ajeno como si estuvieran en estado vegetativo.
La navidad no significa nada. Ni nacimiento, convivio o fiestas con espacio para la embriaguez.
Sin embargo a muchos desde un aspecto materialista y al no tener una economía sobrante o desahogada (aunque todo se deba), el sentido de la fiesta (si es que una vez existió), coloca a muchos en la desorientación total donde el vacío existencial es aterrador porque no hay regalos, ropa nueva o viajes y los estados depresivos aumentan, sin olvidar las sillas vacías que duelen y nos entristecen.
¿Cuál debería ser entonces el sentido de la navidad?
Para muchos el consumismo real o virtual no alcanza para darle una plenitud a su vida a pesar de los ambientes artificiales donde el tener se impone al estado del ser, además del cambio climático que desorienta.
Nos hemos convertido en grandes constructores de ambientes artificiales donde el adorno y las lucecitas son más importantes que una salud mental sana.
Me decía una amiga: “Vieras que bonito arreglan en las Vegas para navidad, el ambiente se siente impresionante”. Pobre amiguita aunque es millonaria.
¿Luego entonces cual debería ser el tiempo de navidad?
Citando a Joan Chittister en su libro Todo tiene su tiempo señala:
“El Eclesiastés es absolutamente claro: lo primero que una persona tiene que entender es que nadie nace a destiempo. Nuestro tiempo es ahora.
La era en la que nacemos es la era de la que somos responsables, la era para la que tenemos que ser una bendición…”.
La navidad queramos o no para creyentes o ateos está en el sistema de valores de una sociedad en crisis donde la automatización nos invade y con las secuelas de la pandemia el aislamiento hace de las suyas donde las enfermedades del “yo-yo”, vuelven a muchos avaros y miserables.
Pero a los multimillonarios la desigualdad poco les importa.
La conmemoración del acontecimiento de la navidad excede toda pericia religiosa, laica o secular.
Es el evento de la sociedad occidental por excelencia donde el hombre en sus diversas etapas (niño-joven-adulto-anciano), nos abraza de distintas formas.
Desde la alegría hasta la depresión.
Es un evento sin duda lleno de magia y de gran expectación donde la fiesta de año nuevo a celebrarse en dos semanas engrandece el tiempo.
¿Tiempo para qué?
Para nacer en la bondad, la humildad y sencillez pues la frivolidad, arrogancia y egoísmo a nada nos conduce.
Que los próximos días nos den la oportunidad de transitar de lo profano a lo serio y responsable.
La mejor navidad es la que está llena de salud, paz y amor.
Esa sensación muy personal que se llena con una gracia especial que no se compra con dinero o en forma de envoltura es el mejor regalo.
Que esta navidad llegue a sus corazones estimados lectores. Esos regalos que no cuestan, que son inmateriales y tienen una gracia o don especial…
@CUAUHTECARMONA