Política

Identidad, paz y combate al crimen en La Laguna

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  • Cuauhtémoc Carmona Álvarez

“Mi Torreón es mi Torreón, y por eso yo lo quiero”. Chicos de Barrio

Ser lagunero no es solo una referencia geográfica. Es una identidad forjada con paciencia, trabajo y resistencia. 

La Comarca Lagunera (Torreón, Gómez Palacio y Lerdo), nació y creció desde mediados del siglo XIX en condiciones adversas.

A nuestros ancestros, no les fue fácil echar raíces y quizá por eso quienes allá hemos nacido, nos sentimos diferentes además de orgullosos de albergar a la revolución mexicana, que tenemos la cuenca lechera más grande de América Latina y, que nuestros cerros, son de mármol.

Nuestros ancestros laguneros, junto con migrantes españoles, árabes, chinos y de muchas otras latitudes, pusieron los cimientos de lo que hoy somos: una región próspera, con vocación productiva, espíritu comunitario y una cultura propia que no se improvisa. 

La Laguna no se explica sin esfuerzo, ni sin memoria como aquel festival cultural que llevaba por nombre: “Torreón de mis amores, me gustó para quedarme”.

Por eso duele cuando esa paz construida con décadas de trabajo se ve amenazada.

La Comarca Lagunera, no hace mucho, comenzó a revivir tiempos que creíamos superados: momentos en los que el crimen organizado parecía adueñarse de espacios, voluntades y silencios. 

Tiempos oscuros rebasados después de la estrategia fallida de seguridad en el sexenio de Felipe Calderón, pero esas, esas son otras historias.

Lo cierto es que, ante el malestar social, las denuncias ciudadanas y la sensación de que algo comenzaba a descomponerse, el Estado tenía que actuar. Y lo hizo.

En ese contexto, la política de seguridad encabezada por la doctora Claudia Sheinbaum, con la conducción operativa del secretario de Seguridad, Omar García Harfuch, ha comenzado a enviar señales claras: el combate a la delincuencia organizada va en serio. 

Sin estridencias, sin discursos vacíos, pero con acciones concretas.

Las recientes detenciones de personajes vinculados a la extorsión y a estructuras criminales en la Comarca Lagunera no son hechos menores. Son mensajes. 

Mensajes de que las actuales autoridades no están dispuestas a tolerar que regiones enteras sean rehenes del miedo, del chantaje o de la complicidad. Mensajes de que la paz no se negocia con delincuentes.

Curiosamente, en estos días me encontraba cerrando un trabajo académico sobre metafísica, específicamente sobre el bien y el mal. 

Y recordaba a Aristóteles cuando define el mal no como una entidad en sí misma, sino como aquello que se aparta del bien, lo que se descompone, lo que rompe el orden propio de las cosas.

Una región no puede ser acosada por el mal ni acostumbrarse a la extorsión. 

Una comunidad no puede vivir con la idea de que la violencia es parte del paisaje donde empresarios, agricultores, comerciantes, campesinos y en sí, las fuerzas productivas de una región se sientan amenazadas.

La Comarca Lagunera necesitaba un golpe de timón. Hoy parece haberse dado. 

Pero el trabajo no termina con las detenciones. 

Ahora viene lo más importante: ir a las causas, buscar la verdad y garantizar que lo ocurrido no vuelva a repetirse porque como dicen mis amigos psicólogos: lo que no reparas, se repite.

Porque solo atendiendo las causas, la seguridad deja de ser reacción y se convierte en prevención. Por una Comarca Lagunera en paz. 

Por una región que no olvida su historia ni renuncia a su dignidad.


@CUAUHTECARMONA

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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