El origen de los pasquines lo atribuyen a la costumbre de algunos romanos que reunidos en la casa de un zapatero llamado Pasquín criticaron a las élites políticas y eclesiales; cuando éste murió, los cofrades pusieron una estatua —de mármol, sin narices, brazos y piernas— junto a la puerta del taller maledicente en la que fijaron escritos mordaces.
Michel de Certeau, en su libro “La invención de lo cotidiano”, define este comportamiento social con el término de “táctica”, cuyo propósito es contrarrestar la estrategia de los fuertes y de manera audaz y astuta provocar desasosiego en los espacios de poder; un autor de esa época expresó:
“Es cosa sorprendente que en una ciudad donde son tan diestros para cerrar la boca a los hombres no se haya podido encontrar el secreto para hacer callar a un trozo de mármol”.
Esta forma de comunicación social independiente también se dio en la época de la conquista; cuentan que los soldados descontentos con la repartición del botín le escribían a Cortés pasquines con carbón por la noche en las paredes de su casa; por las mañanas los leía, y en una ocasión les contestó así:
“Pared blanca, papel de necios”, y le respondieron: “Y aún de sabios y verdades”.
También se manifestaron en la Colonia, y fueron tema de las reuniones.
Los virreyes mandaban detener a los sujetos sospechosos que se acercaban en horas de la noche a las esquinas y solicitaron a los escribanos la posibilidad de reconocer la letra de algunos de ellos; considerados cobardes y groseros —ponían en circulación murmuraciones o denunciaban problemáticas que quedaban soterradas¬—, fueron los medios de los que se valieron algunos para vengarse, para dar a conocer los abusos de las autoridades y para satirizar las acciones de los gobernantes y prelados en una época en el que las opiniones disidentes eran silenciadas y duramente castigadas.
Aún y cuando el virrey Bernardo de Gálvez fue uno de los más queridos, no se libró de ellos; tuvo un inspector llamado José Espeleta, de genio áspero al igual que su esposa, por lo que le escribieron:
“El Virrey muy bueno, la Virreina mejor; el inspector el Diablo, ¡y su mujer…peor!”
Hoy aparecen en espectaculares o en imágenes que circulan en las conversaciones del WhatsApp y siguen siendo una táctica de desestabilización política o simple burla.
claudia.guerrero@iberotorreon.edu.mx