Hubo un tiempo en el país, no hace tanto, que provocados por la absurda estrategia calderonista de combate al crimen organizado, múltiples organizaciones no gubernamentales, académicos y hasta ciertos miembros del Legislativo, el gobierno y la clase política entendían y le entraban al debate de que la clave para pacificar el país no tenía que ver con más prisiones o más policías, más grandotes y bien armados.
Los muchos años de deterioro, la multiplicación de las tragedias, la imposibilidad en muchas regiones del país para vivir sin miedo han acabado con esa posibilidad.
Ni al Presidente —tan popular, dice él, y que tiene a la gente feliz— le va bien en ese rubro. La seguridad es un renglón donde queda siempre reprobado y cuando se le pregunta a la gente si quiere abrazos y balazos —el falso dilema de la narrativa presidencial—, dice que balazos.
Las dos candidatas hablaron ayer de la seguridad y la violencia.
Ya habrá tiempo de analizar con calma los puntos que trataron, esto apenas arranca, pero está claro escuchando ayer a ambas que todo tiene que ver con más policías, más Guardia Nacional, más áreas de investigación para policías y agencias de investigación, más cárceles, más inteligencia y demás. Hay, por supuesto, algunas diferencias y matices —Sheinbaum, por ejemplo, habla más del Poder Judicial, pero con un reclamo de que no hacen lo que policías y fiscales quieren y, dice, solo lo harán si son elegidos—.
“Toda la fuerza del Estado”, dice Xóchitl e insiste en su superprisión. Sheinbaum habla de las “causas” y programas sociales, pero con eso ya llevamos cinco años que, para lo de la seguridad, poco ha servido. El jefe del asunto del lado de Sheinbaum es García Harfuch y del lado de Xóchitl, Moreira. No hay mucho más que decir: más policías, más detenciones, más balazos y Ejército.
Hay, por supuesto, una lógica electoral en ambas campañas que responde a la desesperación de muchos mexicanos después de dos décadas de inseguridad y muerte. Y puede ser que la mano dura, los muchos arrestos por cualquier cosa, la prisión preventiva oficiosa para muchos delitos más, los jueces complacientes con fiscalías inútiles y corruptas den la sensación de mayor seguridad. Vean Ciudad de México.
La pregunta es si eso soluciona el problema o tan solo lo prorroga. Y claro, si ese es el país que queremos ser. Porque miedo se puede tener por muchas razones.