Pocas cosas importan más para el presidente Andrés Manuel López Obrador que los 100 compromisos que hizo en el momento de su toma de posesión. El número 89 dice: “Se investigará a fondo la desaparición de los jóvenes de Ayotzinapa; se conocerá la verdad y se castigará a los responsables”. Ese encargo lo tiene en el Poder Ejecutivo el subsecretario de Gobernación Alejandro Encinas.
A Encinas y a su equipo se le han dado los recursos y las facilidades para cumplir ese compromiso. Es más, cuando después de aquellos foros de paz en tiempos de transición se presentó un programa de justicia transicional, el mensaje desde la secretaría de Gobernación era que primero se tendría que cumplir con la promesa de Ayotzinapa.
A siete años de aquella masacre y a dos y medio de haber comenzado los trabajos, Encinas dio un informe acompañado de Omar Gómez Trejo, responsable desde la FGR de judicializar los hallazgos de la comisión.
Por una parte, queda claro que el trabajo más sencillo ha sido el desbaratar la manera en que trabajó la PGR en el sexenio anterior. El equipo de Antropología Forense, el GIEI y la CNDH habían hecho buena parte de ese trabajo que había concluido con el fracaso frente a los tribunales.
La segunda parte, que es la contenida en la promesa número 89, es más complicada. Dijo Encinas en su conferencia de prensa: “El objetivo fundamental de la Comisión por la Verdad y la Justicia en el Caso de Ayotzinapa es conocer qué pasó y dónde están los muchachos. Por eso la orientación fundamental siempre ha cambiado en torno a ubicar los sitios donde pudieron haber sido llevados los muchachos y junto con ello romper el pacto de silencio”.
El mismo Encinas aceptó el reto que esto implica. Solo en las últimas semanas, por ejemplo, en MILENIO hemos conocido testimonios que ratifican la llamada “verdad histórica” y otros que no tienen nada que ver con ella. Las búsquedas siguen sin dar con la ubicación de los jóvenes y la paciencia de los padres y sus acompañantes legales parece empezar a agotarse.
Romper el pacto de silencio significa creerles a unos y no a otros, construir una nueva “verdad histórica” en riesgo de ser descalificada. Eso no se logrará solo con declaraciones, confesiones o palabras. Sino con pruebas que algún día puedan ser puestas frente a un juez.
Nada sencillo cumplir aquel compromiso 89.
Carlos Puig
@puigcarlos