Política

Los que faltan

Octubre se despide con la luna más hermosa. Bajo su luz florecen los cempasúchiles y el aire huele a pan recién horneado. Así llega noviembre, con su rumor de flores y recuerdos: el mes en que la vida y la muerte se sientan a conversar.

Desde Spectre hasta Coco, el mundo nos mira como el país que sonríe ante la muerte. Pero esa imagen colorida oculta la herida: no es que no temamos morir, es que aprendimos a convivir con la muerte porque ya no hay opción. En México, la muerte tiene altar; la desaparición, archivo.

No hay muerte que no duela, pero al menos deja tumba y nombre. La desaparición no. No deja decir adiós ni cerrar la herida. La muerte tiene fecha; la ausencia no tiene tiempo. Por eso duele tanto: porque no hay despedida posible, porque el amor no sabe dónde quedarse.

Las madres dicen que el cuerpo duele sin cuerpo, que el alma se gasta en la espera. Cada día sin respuesta es un nuevo entierro sin ataúd. Y mientras el mundo celebra nuestro culto a la muerte, nosotros seguimos contando a los que faltan.

Hace más de setenta años Octavio Paz escribió que el mexicano “festeja la muerte, la acaricia, la duerme”. Pero lo que fue identidad se volvió síntoma: reírnos de la muerte servía para no temerla; hoy tememos otra cosa, tememos desaparecer.

En los juzgados lo vemos de cerca: llegan oficios, se abren carpetas, crecen expedientes, pero la vida no regresa. La ley se cumple, el sistema no.

La Corte Interamericana condenó al Estado mexicano por la desaparición de Rosendo Radilla, maestro y músico. Años después, en González y otras vs. México (Campo Algodonero), tres jóvenes: Claudia Ivette González, Esmeralda Herrera y Laura Berenice Ramosfueron halladas sin vida en Ciudad Juárez. La Corte declaró que México incumplió su deber de protegerlas; la omisión estatal también es violencia.

En octubre de 2025, el Comité contra la Desaparición Forzada de la ONU activó el Artículo 34 de la Convención Internacional, al considerar que en México la desaparición forzada podría ser generalizada o sistemática. La verdad, al fin, cruza fronteras.

El Día de Muertos es hermoso, sí, pero no alcanza para los que faltan. Con ellos, el ritual se queda mudo. Porque la verdad es devastadora: no sabemos despedirnos de quienes no regresan, pero tampoco cómo seguir viviendo sin buscarlos.

Que no se apague la luz, ni en el altar ni en la memoria.


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Bertha Orozco
  • Bertha Orozco
  • Jueza de Distrito en el Estado de Hidalgo
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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