Política

Mientras diciembre nos alcanza

Diciembre llega con una claridad que no perdona. Me despierto con la espalda doliendo, una punzada discreta pero terca, como si el cuerpo quisiera decirme lo que he evadido todo el año: llegué cansada. En México crecimos sintiendo culpa por detenernos, como si descansar fuera de un acto sospechoso. Pero el cuerpo no negocia. Cobra. Y recuerda.

Ese dolor abrió un espacio que casi nunca escucho. Me obligó a mirar la obediencia que se cuela en la vida sin nombre. Obedecemos ritmos ajenos, urgencias impuestas, expectativas que nadie discutió. Vivimos en un tiempo que confunde velocidad con lucidez: queremos respuestas inmediatas, calma en videos breves, pensamiento sin pausa. La prisa no ilumina; aturde. Y cuando la fatiga gobierna, las personas siguen sin elegir. Diciembre solo revela esa inercia silenciosa.

Pienso en una conversación con mi querida maestra Elisa Jaime, en Guanajuato. Recordaba a su madre, una mujer de sabiduría sin libro: “A mí me gustan los desobedientes porque son los que cambian el mundo”, decía. Esa frase alcanza la misma verdad que Thoreau: solo quien tiene descanso puede pensar, y solo quien piensa puede desobedecer. La lucidez exige tiempo. Aquí, antes que la reflexión, llega el agotación.

La OIT lo ha dicho por décadas: el descanso es derecho, no premio. La Corte Interamericana lo confirma: el desgaste erosiona la autonomía y silencia derechos. México fue pionero en proteger el descanso, pero hoy somos de los países que más trabajan y menos respiran. Nuestros cuerpos lo saben mejor que cualquier estadística.

Aquí el cansancio es estructural. Vive en los traslados interminables, en los salarios que no alcanzan, en los cuidados que recaen siempre en mujeres. Una sociedad exhausta protesta menos, imagina menos, se atreve menos. El cansancio gobierna sin necesidad de violencia visible. Gobierna desde adentro. Y lo más inquietante es cuando empezamos a vigilarnos solos, a culparnos por necesitar un respiro.

Yo tampoco estoy fuera. La urgencia institucional devora horas, calma, ánimo. No es falta de ética: es falta de aire. Y un país sin aire piensa poco y obedece mucho.

Por eso el descanso es político. Es un acto de recuperación y también de rebeldía. Mientras diciembre nos alcanza, quizás la resistencia posible sea esta: detenernos un momento, escuchar el cuerpo, reclamar el derecho a no vivir con agotamiento. Sin descanso no hay pensamiento, sin pensamiento no hay libertad.


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Bertha Orozco
  • Bertha Orozco
  • Jueza de Distrito en el Estado de Hidalgo
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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