Política

No volver al silencio

Cada 25 de noviembre, el mundo conmemora el Día Internacional para la Eliminación de la Violencia contra las Mujeres. La fecha no nació de una campaña: nació del asesinato de las hermanas Mirabal, tres dominicanas que se opusieron a una dictadura y fueron asesinadas por ello. Desde entonces, el 25N no es una celebración: es un recordatorio de lo que sucede cuando un país decide que la vida de las mujeres es prescindible. En México, este recordatorio es urgente. Aquí la violencia no solo se comete: se administra. Se duda de las víctimas, se archivan denuncias, se posponen medidas, se normaliza el daño hasta volverlo rutina.

Muchos de los derechos que hoy celebramos no nacieron de la voluntad del Estado, sino de mujeres que tuvieron que poner el cuerpo para que alguien las escuchara. Ingrid Escamilla hizo evidente que la dignidad no termina con la vida: su feminicidio y la difusión de imágenes de su cuerpo obligaron a crear la Ley Ingrid.

Lesvy Berlín reveló cómo la autoridad puede tergiversar una verdad para culpar a la víctima.

Mariana Lima cambió para siempre la forma de investigar la muerte violenta de una mujer gracias a la lucha de su madre.

Digna Ochoa mostró que la violencia institucional también es política cuando se minimiza el riesgo de defender derechos humanos. Olimpia Coral Melo logró que la violencia digital fuera reconocida como daño real.

Mara Castilla evidenció que lo “seguro” no siempre protege. Monserrat Bendimez Exhibió la red de encubrimientos permite a muchos agresores escapar. María Elena Ríos sobrevivió al ácido y a la violencia del poder, obligándose a mirar lo que antes se negaba.

Alejandra Cárdenas, con la Ley Sabina, nombró la violencia económica que desgasta sin dejar marcas. Las mujeres de San Mateo Atenco demostraron que la tortura sexual también puede ser política. Alberta, Teresa y Jacinta denunciaron un sistema que discrimina en los tribunales.

Marcelina Bautista transformó la dignidad laboral desde lo cotidiano y logró que se reconocieran los derechos de las trabajadoras del hogar. Ellas no quisieron ser símbolo. Fueron mujeres empujadas a resistir porque el Estado llegó tarde, dudó de ellas o las culpó. Gracias a su lucha, este país cambió.

Este 25 de noviembre no es una ceremonia: es memoria activa, una advertencia y una responsabilidad: no volver al silencio del que ellas nos arrancaron.


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Bertha Orozco
  • Bertha Orozco
  • Jueza de Distrito en el Estado de Hidalgo
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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