La pederastia clerical es ante todo un acto criminal. Es la profanación y sometimiento del cuerpo de un menor para satisfacer las patologías sagradas. Es el abuso del clérigo que traiciona su investidura simbólica.
Desde el comienzo de su pontificado en 2005, Benedicto XVI quiso encarar la pederastia clerical pero finalmente naufragó. Sus iniciativas tuvieron un alcance limitado. Se pensaba que, como prefecto de la congregación de la fe, el cardenal Ratzinger acataba las instrucciones de Juan Pablo II, pero ya como pontífice tampoco hizo la diferencia. En entrevista con su biógrafo, el periodista Peter Sewald, Ratzinger reconoce que la pederastia clerical fue la parte más difícil de su pontificado. Sin embargo, no registra que fue condescendiente con grandes depredadores clericales.
En el Caso de Marcial Maciel, ordena una investigación. El resultado es abrumador: Maciel resulta ser un delincuente con grado infinito de perversidad. No emprende un juicio canónico como correspondía, solo lo sanciona con un llamado al retiro de oración. En el caso de McCarric, cardenal de Washington, teniendo evidencias firmes de abusos, Ratzinger tampoco ordena un proceso canónico sino le recomienda el retiro y recato, decisión que el cardenal no acata.
Hay que reconocer a Benedicto XVI que no se alinea con las estrategias inspiradas en teorías de la conspiración de sectores clericales, sin embargo, no fue severo ni hizo un balance crítico de la responsabilidad colectiva de la institución.
¿Qué explicación dio Benedicto XVI sobre la pederastia clerical? Afirma que el colapso moral de la Iglesia comenzó en los sesentas. Agrega que, en la revolución sexual de 1968, se convirtió en “libertad sin norma”. La permisividad sexual de la sociedad secular contaminó el cuerpo eclesiástico. Con estas afirmaciones, Benedicto XVI levantó agudas discusiones en torno al diagnóstico de la pederastia.
Benedicto XVI sostiene que la Iglesia vive una profunda crisis de credibilidad porque ha sido infectada de la mundanidad secular sexualizada. La Iglesia se ha contagiado de la crisis moral de la sociedad moderna que aspira vivir sin Dios, enuncia: “La Iglesia está muriendo en las almas y no necesariamente en sus estructuras. Quizá la Iglesia no sabe cómo salir de la situación en que se ha expuesto con sus propias potestades y trata de imputar un mal interno, no resuelto, a la hipótesis del colapso externo”.
A unos días de su muerte, el legado de Benedicto XVI sobre la pederastia clerical constituye uno de los capítulos más contradictorios en la vida de la Iglesia.
Bernardo Barranco