La italiana cafetera comienza a resonar en la cocina, la mesita del patio esta puesta, dos tazas boca abajo, un par de servilletas y un frasco con miel la decoran. De vuelta a la cocina, el horno de la estufa aún permanece tibio y gruñe en su interior por la constante pérdida de calor; un aroma armonioso, elegante y explosivo danza entre las cuatro paredes y se desplaza como en un vals por toda la casa, como si de una incesante batalla se tratara. Es el olor a café y pan de mantequilla recién hecho, con forma ovalada y unas delicadas líneas,que simulan una concha de mar, están a punto de juntarse en el paladar de un par de ancianos en una tarde fresca. Entre sorbo y bocado, entre recuerdos de su juventud y los días pasados, se repite una constantemente una petición, “me pasas otra magdalena por favor, Inés”.
La Magdalena o Madalena es un pan que podría considerarse como uno más dentro de la panadería mundial, pero que, al igual que muchas otras preparaciones, tiene una historia peculiar y fascinante. Su historia se remonta al año 1756, de donde devienen dos versiones, la primera relata que una joven cocinera preparó estas delicadas para el gran placer de Rey de Polonia y Lituania,Stanislas Leszczynsky. Un día, el rey, quien fuese suegro de Luis XV, rey de Francia, cenaba en su castillo de Commercy pidió que le preparasen un panecillo, pero el chef no estaba en el castillo. Tras tal eventualidad una joven cocinera se dispuso a preparar dichos panes, al final la joven recibió felicitaciones por su hazaña improvisada y el rey no dudó en darle su nombre (Madeleine) al pastelito. La segunda versión cuenta que esta invención se le atribuye al pastelero titular de Talleryrand, de nombre Avice, quien tuvo la idea de cocer una masa de bizcochos en pequeños moldes con ranuras, versión poco sustentada.Hoy en día la magdalena de Commercy es una emblema nacional, y la marca Grojean, creada en 1928, produce millones de estos pastelitos bajo la marca de La Cloche Lorraine.
Su receta básica consta de harina, huevo, mantequilla y azúcar, aunque ha tenido variantes según el lugar donde se elaboren, desde ralladura de limón, pasando por agua de azar hasta semillas de vainilla. Para chefs como Alain Ducasse la mejor experiencia es prepararlo de la manera básica, sin adicionar sabores extra, ya que considera que por sí solos estos ingredientes llenan el paladar con sus sabores, y fueron la columna vertical de la repostería francesa.
Al anochecer sólo quedan un par de tazas vacías, algunas migajas por levantar con la yema de los dedos y sacudir la mesa con el trapo de cocina.Con paso lento se depositan los trastes sucios sobre el fregadero, se dan las gracias el uno al otro por tan rica cena y se agradece a una tal Madeleine por tan afortunado invento.
Benjamín Ramírez