La ciudad de Pachuca, Hidalgo, atraviesa un proceso de crecimiento urbano acelerado que ha intensificado las desigualdades en el acceso a los servicios y a los espacios ambientales. Aunque existen políticas locales que buscan impulsar la sustentabilidad, muchas zonas marginadas siguen sin contar con áreas verdes suficientes, infraestructura ecológica adecuada o condiciones ambientales saludables. Esta situación pone de relieve la importancia de entender la equidad ambiental no como un concepto técnico, sino como una necesidad social urgente.
El acceso desigual a los beneficios ambientales se refleja con claridad en el territorio. La mayor parte de los parques, jardines y corredores verdes se encuentra en las zonas céntricas o de mayor valor económico, mientras que, en colonias como El Palmar, Cubitos o La Raza, el paisaje urbano se caracteriza por la falta de árboles, espacios públicos deteriorados y altos niveles de contaminación. Estas diferencias muestran cómo el lugar donde se habita puede influir directamente en la calidad de vida y en las oportunidades de bienestar.
Sin embargo, en medio de este panorama también surgen ejemplos esperanzadores. En distintos barrios, vecinas y vecinos han decidido organizarse para plantar árboles, crear huertos urbanos y recuperar espacios públicos abandonados. Estas acciones, aunque pequeñas, revelan la fuerza de la participación ciudadana y la posibilidad de transformar el entorno desde lo local.
Lograr una verdadera equidad ambiental implica ir más allá de construir parques o sembrar árboles. Se trata de repensar la ciudad desde la justicia territorial, reconociendo las desigualdades históricas en la distribución de los recursos y las oportunidades. Una ciudad más justa y verde solo será posible si se garantizan condiciones equitativas para disfrutar de un ambiente sano, donde todas las personas puedan sentirse parte activa de su transformación.