Cultura

Sobre mi madre

  • El ornitorrinco
  • Sobre mi madre
  • Bárbara Hoyo

Mujer sonaja, cascabel consciente, con propiedades curativas, mi madre sintió una patada en su interior y un temblor en el exterior: era lunes, 19 de septiembre de 1985, y a mí aún me faltaban dos meses y quince días para nacer, aunque ya abultaba su vientre y su cumpleaños, ese mismo día, a las 7.19 de la mañana, fue todo menos una fiesta.

Hermana sándwich, madre unípara (como dice ella), paciente constante, impaciente creciente, Alicia, que así se llama, se encontraba en nuestro epicentro compartido, Toluca, lejos de la ciudad que, en parte, se había venido abajo después del terremoto y de mi patada de buenos días para darle la bienvenida a su tercera década.

Tallada en roble, rebelde con causa, tristeza sonriente, recipiente de lágrimas saladas, sirena sin pechos, imprudente, valiente y precipitada, mi madre asumió su destino de ese día: cumplir 30 años y subir al tercer piso, sola y sin un festejo festivo, había que ser solidarios con los vecinos del DF, allá a media hora y pocos kilómetros de distancia, porque esa otra ciudad no estaba para serpentinas ni confeti ni éstas son las mañanitas que cantaba el rey David.

Mujer que ama, mujer cálida de ciudad fría, de buena casta y mal hablada y movimientos telúricos aparte, mi madre es una mujer que habita entrañas extrañas, desconocidas, atrevida e inexplorada, de manos tibias, manchadas, pequeñas, poco sofisticadas pero que lo abarcan todo con su abrazo infinito y la risa que provoca para sanar y ser sanada, siempre, ayer, mañana, pero sobre todo hoy, porque hoy es el tiempo que nuestro amor habita, siempre de nuevo.

Mujer guerrera, de tribu desamparada, amiga abundante, corazón latente, dominante, fulminante, de luz radiante y oscuridad ardiente mi madre es, ya lo dije Alicia: Alicia insistente, Alicia huérfana, Alicia carente, Alicia mi vida, Alicia querida, Alicia perdida en el país de las maravillas, Alicia encontrada, Alicia mi cielo, Alicia en duelo, Alicia entregada, Alicia que tengo y no tengo.

Alicia que ilumina espacios y huecos, Alicia madre, mía y de nadie más madre, Alicia hija entre otras y otros tantos, Alicia amiga, Alicia te admiro, pero no más de lo que te quiero ni de lo que las placas tectónicas son capaces de hacer cuando se mueven y agitan la tierra, conmigo en tu vientre, fuera de tu vientre, desde hace poco más de 31 años ya.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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