Cultura

Memoria

  • El ornitorrinco
  • Memoria
  • Bárbara Hoyo

Si la memoria no me falla, hoy por la mañana olvidé tomarme las gotas de ginkgo biloba. Lo digo un poco en broma y un poco en serio, pero es que, desde hace ya varias semanas, mis recuerdos son menos frecuentes que mis olvidos.

Además de pescado, arándanos, apio, espinacas, manzana, moras, fresas y uvas, la recomendación para cuando nos falla la memoria es tomar ginkgo biloba, ya sea en cápsulas o en gotas. La planta, al parecer, fue creada por la naturaleza para que la humanidad no se olvidara a sí misma. ¿O será de sí misma?

Es muy frustrante, por ejemplo, que cada vez que intento jugar memoria y las cartas están boca abajo sobre la mesa, no sé en qué sitio se encuentran las cartas previamente desveladas y todas, vistas desde el aire o la breve altura, son idénticos signos de interrogación. No juego a la memoria, pues, porque cada vez la tengo menos. ¿O será que cada vez la olvido más? Ya no sé.

Mi agenda últimamente está llena de compromisos, más ajenos que propios, y es un gran error no recordar cuándo los anoté ni porqué. No exagero. O tal vez sí, un poco, pero es que perder la memoria es ganar en angustia y en tropezones. El otro día, tuve que ensayar la cara de "sé quién eres", cuando no tenía ni idea.

Qué ansiedad me provoca cuando, incluso, se me olvida que olvido las cosas y lo único que me queda es una desesperación a veces leve, a veces profunda; a veces breve, a veces prolongada. Lo único que no se me olvida, ahora que lo pienso –¿o será que lo recuerdo?– es esa ansiedad de la que hablo: siempre está allí cuando la memoria falla, aunque no sepa bien a qué se deba esa falla ni qué sea lo que está fallando, es decir, lo que he olvidado recordar o lo que he anotado para no olvidarlo y no recuerdo bien cuándo ni por qué lo anoté, mi agenda es una especie de campo minado de recordatorios pasados, presentes y futuros, una memoria aparte que más parece la bitácora de batalla de un estratega que, tal vez, no soy yo.

Ginkgo biloba, entonces. Veo la cajita que contiene el gotero, la ilustración de una hoja verde, dividida en dos partes idénticas que nacen del mismo tallo. ¿Será que una corresponde al recuerdo y la otra al olvido? ¿Será, esa hoja, el yin y el yang de la memoria, que uno tiene de eventos que ya no son más? Destapo el frasco. Y dejo caer diez gotas en el vaso de agua de mi mesa de noche, tal cual indica el instructivo. ¿Para qué? Tal vez mañana, sí, otra vez, lo recuerde. O lo haya olvidado de una vez por todas.

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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