¿Cuántas veces nos dijeron que si no nos amamos a nosotros mismos no podemos amar a otros? Yo creo que incluso al amor propio lo construyen los demás. Esos demás que llevan un fragmento nuestro. Una parte que ya no nos pertenece pero al mismo tiempo nos forma. Y es que el amor que nos inspiran ciertas personas es tan grande, que nos hace dejar a un lado el drama propio. Nos hace recordar, aunque sea por un momento, que no hay un yo sin un tú.
¿Qué pasaría si fuera al revés: que amar a otros antes que a nosotros fuera indispensable para aceptarnos y querernos? Tal vez este mundo estaría poblado por personas menos egoístas y más entregadas. De personas más dispuestas y menos temerosas. Es que el amor nos revive y nos regresa del limbo individual. Nos lleva a un universo en el que estamos conectados con algo más poderoso. Ajeno a nosotros y al mismo tiempo parte nuestra.
Cierro los ojos e imagino a una madre que deposita toda su esperanza y alegría en sus hijos. Un abuelo que besa, con ilusión, la frente a su nieta. Un esposo que protege a su esposa mientras ella lo cuida. Una hija abrazando con gratitud a su padre. Un hermano que regala su hombro. Un amigo que escucha, atento, la vigésima vez que le contamos la misma historia. Creo que a veces es necesario sentir una nueva forma de amor para entender el concepto completo. O incluso para replantearnos lo que sentimos por el personaje que vemos frente al espejo. El amor viene en paquetes distintos, pero se ejerce de la misma manera: sin mediocridad y sin miedo.
Hoy pienso que hay que enamorarse por el puro afán de sacarle jugo a la vida. Por abusar de estar vivos. El amor no cambia lo que hay afuera, cambia lo que hay adentro. Y cuando uno cambia, lo demás se acomoda. El amor es una energía inagotable y renovable: se alimenta de ella misma. El amor, cuando comienza a crecer no para. Y nos impulsa para que lleguemos más lejos y volemos más alto. O caigamos más profundo. Sea lo que sea, nos mueve. Si algo debemos agradecerle a ese potente sentimiento es que nunca nos estanca.
Del amor también he escuchado que nos vuelve mejores personas, yo pienso lo contrario: cuando nos volvemos mejores personas encontramos un amor más puro, equilibrado y sereno. El amor, para mí, es desearle la felicidad a alguien y además hacer todo lo posible por ser parte de ella. Al fin y al cabo el amor es de esas cosas que no se pierden pero sí se encuentran.