En el Teatro El Milagro se escenificó La Nostalgia escrita y dirigida por David Olguín, el fenómeno del teatro visto por el teatro, es la obsesión en varias de sus puestas en escena. Iluminación y escenografía de Gabriel Pascal, las actuaciones son de Laura Almela y Mauricio Pimentel.
“¿Estamos ante la extinción de esta bestia salvaje que es el teatro?”, se preguntan los dos actores que representan a dos actores sin público, en un escenario simplísimo, que señala el espacio simbólico de esa ficción que alimenta a la bestia insaciable del teatro. Me pregunto: ¿estamos ante la extinción de esa bestia que es el arte? ¿Estamos ante el final trágico de los rituales, del espacio que abrimos para contemplar y dejarnos absorber por el artificio del arte?
Los personajes encarnan la vida en el escenario, la incertidumbre de llenar la sala, la ilusión de las marquesinas, ser otro a través de la máscara. El teatro vive para el teatro, es la segunda función de una obra de dos personajes, y se enfrentan al horror: no hay público, la sala está vacía. Nosotros el otro público, llenamos la sala, vemos su desilusión, recuerdos y sueños, cómo el teatro se vive a sí mismo.
Los personajes hablan con las palabras que el teatro les ha prestado: el Siglo de Oro, Shakespeare, Fernando de Rojas, Novo. El actor es un ser que se llena de la vida ficticia de otros seres para darles su cuerpo y hacerlos existir. La dirección utiliza ese doble escenario, el real y el ficticio, y los actores se mueven en él con la entrega del que se apodera del espacio y el personaje que lo habita.
Asistí a la penúltima función de La nostalgia. Esta obra refleja el teatro en su estado puro, en contraste pienso en el teatro de fines utilitarios y económicos. El teatro es una misión cuesta arriba, los apoyos gubernamentales son muy limitados, se hace por pasión, pero hay mucho teatro comercial de ínfima calidad. Analizando la situación del teatro en nuestro país, y mirando la cartelera, hay una gran oferta de obras que se llaman teatro porque suceden en un escenario, pero que son diversión zafia que explota la vulgaridad. La comedia es muy difícil, de hecho La nostalgia es comedia, pero hay obras que prostituyen ese término, y es terrible pensar que para sobrevivir en el teatro o se hace mierda o se buscan apoyos del Estado que tienen criterios muy cuestionables o se toma el riesgo de trabajar con calidad y pasión.
En la tercera llamada anuncian que la obra está realizada sin ningún apoyo institucional, es decir, es el público que paga su boleto y los actores y técnicos los que hacen posible que por unas horas nos dejemos llevar por el arte de la palabra y la actuación. El teatro no debería ser un sacrificio, se debería vivir del arte con dignidad, sin precariedad y sin servilismo. Con el vicio de las becas, hay directores y actores que simplemente no trabajan sin becas, otros se refugian en hacer basura, y otros van más allá y conquistan a la bestia viva y eterna del arte.