Cultura

La música

Existen emociones que se detienen, se guardan, las negamos, dejamos que se fundan en la oscuridad, que creemos que las desaparecerá, disolviéndolas en la vaguedad de la memoria. Adormecidas pierden su origen, se hacen vaporosas, hasta que escuchamos los acordes de una partitura, de una pieza musical que entra, deslizándose hasta lo más profundo y despierta lo que creíamos narcotizado a fuerza de negarlo.

Es el poder de la música, es su seducción, la capacidad de hundirse como una espada y remover lo que estaba cautivo, iluminar con sonidos y mostrar un espejo de imágenes sonoras, es el tempo de la psique, la ola imperceptible en la que viaja. Es la Sonata para órgano N4 en E Menor de Johann Sebastian Bach, transcripción para piano. Es un camino largo sin retorno, que detona las variaciones de la inmovilidad que sale y gira liberada. No espera, fluye, y emancipa lo que parecía mutilado. Las notas caminan y suavizan el espinoso trayecto del olvido. A veces escarba en lo exultante, en lo explosivo y otras descansa en el espacio intangible y quedo de la serenidad.

La seducción es la intromisión incontrolable, que se abre paso sin remordimientos, la entrega no es un triunfo, es la consolidación de su poder. La música de Bach tiene ese poder. Llega hasta donde no llega ni la paciencia, ni el ansia, donde se enredan las memorias, y en esa habitación caótica, con líneas de luz pone un orden, una paz matemática, límpida.

Orfeo desciende al inframundo para rescatar a Eurídice, es el infierno de la psique atormentada. Sabe que la música logrará traerla al presente, sacarla del pasado que la engulle. Le dice Hades que no la mire, que siga cantando, esa voz es guía y camino. Eurídice lo sigue maravillada, ve la luz. Orfeo la mira feliz de su regreso, y en ese momento, en el instante previo a la salida, Eurídice desaparece, el canto cesa, el amor se desvanece.

La geometría es pura, posee los valores de la serenidad: equilibrio, espacio, contención, límites. La verdadera base del conocimiento es la geometría, la obsesión de Spinoza de reunir sus principios filosóficos con principios geométricos. Imposible, porque la filosofía es contradicción, y la geometría es certeza. La filosofía ha sido, en muchas ocasiones, el receptáculo de los prejuicios y temores de los tiempos. La geometría es la brillante cualidad del punto de equilibrio que tanto necesita el espíritu. Más geometría y menos psicología, menos autoayuda.

La música de Bach es geométrica, equilibrio, dirección, limpidez, emancipación espiritual, espacio para proteger a la psique. Círculo, triangulo, el contrapunto son ángulos que coinciden paralelos, líneas rectas que se lanzan hasta la eternidad. El infinito es una línea recta. Las curvas, las elipses, las líneas trazan armonías en la vorágine de las emociones y trocan el todo por al abismo. La música se escucha a sí misma. Salir en compañía de Orfeo, dar la mano de Eurídice y romper ese ciclo de regresos, depositarse en la luz.


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Avelina Lésper
  • Avelina Lésper
  • Es crítica de arte. Su canal de YouTube es Avelina Lésper
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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