Nunca tuve ni jugué con una Barbie pero sí compré una para una sobrina que tenía su colección y me pidió una con atuendo de princesa. Tuve que romper mi resistencia para comprarla, una resistencia que volví a sentir cuando me enteré que se estaba realizando una película sobre “la muñeca más popular del mundo”. Obvio que un filme sobre Barbie, creada en 1959 por la industria californiana Mattel como enorme e inacabable éxito entre las marcas de juguetes, cabe perfectamente en el grupo de películas sobre marcas que describe el origen y desarrollo de productos de consumo y entretenimiento como **Tetris, Película sin título de Mario (Bro)s, **La gran aventura LEGO y **Air: la historia detrás del logo. Y vaya que la película **Barbie de Greta Gerwig rinde tributo a una marca exitosa. Sin embargo, trasciende las anteriores ya que no sólo ¨vende¨ sino ironiza y aprovecha la marca para hacer un aporte al tema y debate de género, el movimiento feminista actual y el posicionamiento de un amplio sector social frente a conductas, industrias y productos de la cultura popular. **Barbie es inteligente y divertida. Sin embargo, no me parece que haga un enorme aporte al debate alrededor de la igualdad y el feminismo, como escuché y leí en algunas reseñas.
La película abre magistralmente con un versión femenina de la primera secuencia de 2001: odisea del espacio de Stanley Kubrick: Con la poderosa pieza musical de Richard Strauss **Así habló Zarathustra (Also sprach Zarathustra) de fondo, observamos a un grupo de niñas que juegan con muñecas mientras la voz en off de la actriz Helen Mirren comenta que en la historia del juguete las muñecas tenían apariencias de infantes o bebés que educaban a las niñas en el rol de ser madres. Hasta que llegó Barbie quien, así lo muestra el filme, cayó del cielo al igual que el monolito de 2001: odisea del espacio que provocó que los primates dieran el paso a la especie humana. Con sus piernas largas y delgadas, ojos azules y en un traje de baño rayado la Barbie, caída del cielo, provocó que las niñas rompieran sus muñecas y empezaran a jugar con muñecas que representaban a mujeres adultas. La secuencia de apertura es tan impactante, grandilocuente y atrevida que choca con las que siguen: Una descripción de Barbieland, un mundo artificial color pastel en la que los personajes y su entorno son de plástico y se juega a vivir una vida feliz en un mundo feliz y felizmente consumista al estilo norteamericano de los años 50.
En este mundo color de rosa – en el que hasta los personajes masculinos son definidos por su suavidad y color pastel - todo funciona a la perfección y como imitación de la vida real ya que se simula tomar café, viajar en coche, nadar en el mar, conversar y flirtear (sin consecuencias, ya que como asexuales, las muñecas y muñecos no se complican la vida con el amor y sus complicaciones). Todo cambia, sin embargo, cuando la protagonista (Margot Robbie) empieza a hacer preguntas acerca de la muerte y el sentido de la vida (para qué fui hecha). La Barbie fea, destrozada por los niños, le sugiere un viaje al mundo real para buscar a la niña que la contagió con sus dudas e ideas tristes. Con la decisión de cambiar los zapatos de tacón por sandalias de la marca Birkenstock empieza la aventura de Barbie – y su fiel, pero bastante bruto Kent - y la muñeca aprende a defender su identidad y condición femenina frente al poder masculino materializado en los GEOs de Mattel y el nuevo macho Ken (Ryan Gosling).
El guión de Gerta Gerwig, directora de **Ladybird y Little Women, y su pareja Noah Baumbach es inteligente. Para construir una comedia eficiente en lo narrativo y estético, los autores se nutrieron de elementos del origen y la historia de Barbie. Mezclan referencias a sus atuendos y roles con argumentos y slogans del feminismo y muestran a la creadora de Barbie (Ruth Hander) y su hija adolescente para ilustrar la brecha generacional entre las niñas del siglo XX que la adoraban y jóvenes de hoy que la rechazan por el cliché femenino “gringo” que trasmite.
El mensaje feminista del filme se formula con claridad pero pierde fuerza por carecer de matices y un desarrollo que trasciende los argumentos de género gastados y, peor, ya ampliamente asumidos por las marcas y modas. Lo que sí sobresale es el homenaje al cine de Hollywood que, de manera divertida, incluye una crítica de las fantasías y los discursos masculinos que lo han caracterizado. Con sus citas de 2001: odisea del espacio, El padrino, Matrix, el Western, melodrama,, la comedia musical y el cine de acción, Barbie descubre la manera masculina de imaginar, realizar y disfrutar el “cine de Hollywood”, la gran fábrica de sueños. Una “marca” a la que Quentin Tarantino dedicó su **Erase una vez en Hollywood.