El sexenio se acerca a su fin día a día y es inevitable realizar balances de diversos rubros que arroja esta administración de la autollamada Cuarta Transformación y entre los que, en este caso, nos afectan está la libertad de expresión, como una conquista alcanzada por el país a través de décadas y que ahora se encuentra nuevamente amenazada.
Muchos especialistas han mencionado en varias ocasiones que tal o cual decisión del gobierno de la 4T envía al país hacia atrás, haciendo a un lado los logros obtenidos en los últimos años, en aspectos como el económico, salud, educación, pero la libre expresión de las ideas vuelve a vivir años como los que se vivieron en los tiempos del poder autoritario.
El periodismo se vuelve a convertir en ese enemigo, así quieren verlo desde el poder. La crítica incomoda, las investigaciones molestan, los datos enojan, los cuestionamientos ofenden a quien se sienta en la silla y también a quien aspira a suceder al Presidente.
Esa conferencia matutina en el Palacio Nacional, mejor conocida como la Mañanera, se anunció con bombo y platillo como un ejercicio de apertura, un diálogo circular, con el cual el Presidente hablaría de sus logros durante el sexenio y aceptaría cuestionamientos de los periodistas con el objetivo de que los mexicanos pudieran escuchar a Andrés Manuel López Obrador de primera mano, con su propia voz, para generar cercanía y mostrar el rumbo.
Pero el ejercicio se ha desvirtuado por completo y se ha tornado en una exposición de medias verdades, medias mentiras o mentiras completas, acusaciones contra adversarios, señalamientos contra periodistas y medios de comunicación, todo amparado en el supuesto ejercicio de un derecho de réplica, que más parece el dedo flamígero que señala a quien debe ser lapidado por las huestes de la 4T.
Así, la falta de resultados, la inseguridad creciente, el dominio de los delincuentes en las calles, transporte público, las comunidades, pueblos y ciudades y el señalamiento de periodistas sobre estos graves problemas que azotan a los mexicanos se ha tornado en un gran estorbo, ya sea para el poder o para el crimen organizado.
México es un país peligroso para ejercer el periodismo, ya se sabe, de los criminales no se puede esperar otra cosa, pero esas agresiones de quienes ejercen el poder son inadmisibles. México merece mucho más y ahí está incluida la libertad de expresión, hay que protegerla.