Tenemos un problema: el doblaje en los canales de los cables y de las antenas directas al hogar.
Como usted sabe, señales que antes pasaban sus series y sus películas en su idioma original, con subtítulos, ahora lo están haciendo dobladas español.
Y aunque en este 2015 contamos con mecanismos para escuchar lo que queramos, como queramos, por una razón o por otra, casi nadie lo puede hacer.
Muchas personas se están quejando. No les gusta. No les parece.
Pero, por otro lado, los mexicanos tenemos la mejor industria de actores de doblaje del mundo.
Paradójicamente a todo lo que le he estado planteando, un alto porcentaje de los espectadores que se están quejando de las series y de las películas dobladas, ama las voces de estos enormes talentos.
¿Qué es lo que está pasando aquí? ¿Estamos ante un conflicto de verdad o ante una pose? ¿Debemos celebrar o debemos condenar los contenidos doblados?
A lo mejor usted es muy joven y no le tocó o ya no se acuerda, pero antes de la explosión de la industria de la televisión de paga, a principios de los años 90, prácticamente toda la televisión que se veía en México estaba doblada al español.
Las únicas excepciones que se transmitían en su idioma original, con subtítulos, eran las películas y solo unas cuantas.
Ser actor de doblaje en aquella época era un placer. Para empezar, se trataba de actores de verdad, de hombres y mujeres que antes que prestar sus voces, sabían actuar, construir personajes, transmitir, emocionar.
Y luego, existía algo parecido al reconocimiento, a los buenos salarios, a la libertad creativa.
No por nada la historia del doblaje mexicano está llena de personalidades que hasta el día de hoy son recordadas con un profundo amor por las multitudes.
¿Qué hubiera preferido usted en los años 60, escuchar Don Gato y su pandilla en inglés o escucharla en español mexicano?
¿Qué hubiera preferido usted en 1989, oír Los Simpson en inglés o gozarla en español mexicano?
El boom de los cables y de las antenas directas al hogar de los años 90 creó en el público la percepción de que este tipo de televisión era sinónimo de televisión en inglés.
La verdad es que no se doblaba, porque la mayoría de las veces no había tiempo o dinero para hacerlo.
¿A dónde quiero llegar? A que el doblaje ha estado con nosotros desde siempre y que es nuestro derecho como país hispanoparlante.
De hecho, si las leyes mexicanas fueran tan estrictas como las de otras naciones, nuestro idioma tendría que estar por encima de cualquier otro en los medios de comunicación.
El doblaje es un tema muy profundo y delicado, porque el no aplicarlo perjudica a un montón de comunidades vulnerables como la de las personas que no hablan otros idiomas, la de los analfabetos y la de muchos hombres y mujeres con discapacidad.
Y usted no está en contra de las personas con discapacidad, ¿o sí?
Le voy a decir la verdad: yo estoy furioso con esta historia de la imposición del doblaje, porque se está haciendo mal.
Primero, usted debería tener el derecho de escuchar lo que quiera, como quiera, sin importar el nombre de su proveedor de televisión de paga. ¡Punto!
Y segundo, es imperdonable lo que la mayoría de las compañías internacionales están haciendo a la hora de doblar sus contenidos.
Ya no están contratando a las casa mexicanas, se van con las más baratas de los países con menos experiencia y, como usted sabe, lo barato sale caro.
Si la gente está odiando el doblaje de muchas series, programas, películas, caricaturas y telenovelas, no es porque estén dobladas, es porque están mal dobladas.
Ya no estamos escuchando a actores, salvo honrosas excepciones, estamos oyendo a puro imitador de cuarta, que chambea a destajo, que no actúa, que no estudia, que no sabe.
Resultado: nuestros excelentes actores mexicanos de doblaje se están quedando sin trabajo o se están viendo obligados a laborar en unas condiciones infrahumanas y con unos salarios asquerosamente bajos.
¿Crear? ¡Por favor! ¿Quién puede hacerlo así? ¿¡Quién!?
¿Usted quiere que esto cambie? ¿Quiere volver a tener doblajes como los de Los Picapiedra o Los años maravillosos?
Entonces no se queje de los contenidos doblados de los cables y las antenas directas al hogar, quéjese de que no se están haciendo con actores mexicanos de verdad y en condiciones óptimas.
Exíjales a esas señales que anuncien de dónde son sus doblajes y cuando no sean de México, rechácelos. Exíjales que le den crédito a los actores.
No se vale que nos quiten nuestro dinero si no van a apoyar a nuestras industrias culturales.
Los mexicanos somos potencia mundial en el consumo de contenidos, nuestra economía manda en esas marcas y podemos exigir esto y más.
Hagámoslo antes de que nuestros actores de doblaje se queden en la calle. Hagámoslo antes de que sea demasiado tarde. ¿O usted qué opina?
alvaro.cueva@milenio.com