Los artículos de colección son una gran anormalidad económica en lo que respecta a las funciones normales de oferta y demanda. Un artículo de colección normalmente se define como cualquier artículo que ya no se puede producir, tiene una oferta relativamente limitada y es tentador el poseerla debido a que provee cierto beneficio material. Las pinturas de artistas reconocidos encajan con esta descripción.
La incapacidad de producir nuevas piezas y la cantidad limitada en la oferta son algunas de las razones por las que la gente bromea de que la obra de un artista es más valiosa después de que muere. Ya no hay más producción de Picassos, Warhols, Basquiats, por lo que si quieres uno debes buscar alguno de los que quedan en la tierra y que ya está en manos de algún coleccionista.
Aunado a lo anterior, es verdad que nosotros valoramos más algo que poseemos respecto a algo que no tenemos; es decir, le agregamos valor sentimental a nuestras posesiones. Este hecho también provoca que los precios de una obra tengan una tendencia a subir, dado que exigiremos un precio más alto para compensarnos por deshacernos de algo que estuvo exhibido en la pared de la sala durante cierto tiempo. Y pues precisamente porque la gente observa una tendencia ascendente en los precios de las obras, es que ven la compra de ciertas pinturas u obras de arte como una inversión. Evidentemente estamos lidiando con una burbuja de activos. Para ilustrar esto, tenemos el caso de la infame pintura de Jean-Michel Basquiat de 1982 de un demonio con cuernos, que se vendió el pasado 18 de mayo de este año, por 85 millones de dólares. Esta pieza originalmente se vendió en 2004 por 4.5 millones de dólares y nuevamente en 2016 por 57.3 millones de dólares.
Es así que en cuanto al equilibrio de la demanda y la oferta, Frey nos menciona que el equilibrio entre demanda y oferta determina en gran medida lo que es un artista desde el punto de vista económico. Si bien todo oferente es libre de llamarse a sí mismo como artista en la sociedad actual, el término artista se define mejor cuando se toma en cuenta la interacción con la demanda. Por ejemplo., si una joven que trabaja como camarera puede querer considerarse a sí misma una cantante de ópera (incluso sin la educación adecuada), tiene poco sentido contarla entre los artistas si la demanda de sus servicios es tan baja que trabaja cero horas como cantante de ópera porque nadie la contrata.
En algunos países, a saber, aquellos influidos por el romanticismo alemán, se rechaza tal punto de vista y existe una fuerte tradición que sugiere que un “verdadero artista” debe ser pobre. En contra de lo que se ha argumentado, esta tradición propone una relación negativa entre la calidad del arte y su comerciabilidad. Sin embargo, esta visión es puramente idealista y tiene poco que ver con la realidad. La evidencia empírica muestra que:
1. Ciertamente, no todos los artistas son pobres (van Gogh y Gauguin son excepciones y ciertamente no son la regla);
2. Los artistas de altos ingresos no son necesariamente de “mala” calidad (definidos según las evaluaciones de los historiadores del arte)
3. Muchos artistas de mayor “calidad” han recibido ingresos muy altos.
Hasta ahora parece que ha quedado claro por qué los precios de las pinturas suben, pero lo que nos falta por responder es lo que motiva a las personas a pagar tan altas sumas de dinero por una obra.
Históricamente las obras de arte han sido una buena inversión (ahí está el ejemplo del diablo de Basquiat), pero los inversionistas potenciales deben estar conscientes de que el valor actual de una obra depende de lo que la gente piense que valdrá en el futuro, en lugar de estar basado en beneficios tangibles tales como flujos de efectivo o capacidad productiva esperada. También debe reconocerse que mucho de este tipo de especulación va más allá del arte. Esto puede verse en muchos de los mercados de alta gama, tales como automóviles, relojes, botellas de whiskey y vino. Cualquier cosa con una oferta limitada, con un poco de prestigio es un bien candidato a tener este comportamiento especulativo.
A manera de conclusión podemos señalar que todo indica que este fenómeno de excesivo encarecimiento de las obras de arte de los grandes artistas es algo que seguiremos viendo en los próximos años. Para muchos es una gran oportunidad de obtener enormes ganancias, si se elige la pieza adecuada, aunque desde un punto de vista económico pudiera parecer un desperdicio tener una fuerte suma de recursos “invertidos” o congelados en obras de arte que no genera ningún beneficio económico en cuanto a flujo de efectivo, producción o empleo. Es el gusto de cada quien, y si la gente tiene la capacidad económica para comprarse una pieza de arte, y con eso alegrar su casa u oficina, pues también es una magnífica elección, es correcto y se debe disfrutar. Si bien no abordo el tema de las políticas públicas y el arte, a mi me gustaría ver más acciones por parte de los tres órdenes de gobierno que incentiven la actividad artística en todas sus expresiones.
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@alejandrogomezt