Recientemente, el Norte de México experimentó intensas lluvias que, si bien beneficiaron llenando presas y nutriendo montañas, también causaron estragos en colonias y afectaron el tráfico en Monterrey. El agua, esa molécula esencial compuesta por hidrógeno y oxígeno, ofrece valiosas lecciones que podemos aplicar a nuestro estilo de vida para mejorar nuestra salud.
Adaptación
El agua es un maestro en adaptarse a su entorno, cambiando de forma según las circunstancias para perseverar. Todos conocemos desde pequeños sus distintas fases: líquido, sólido y gaseoso. Esta capacidad de adaptación es clave en nuestro estilo de vida. Por ejemplo, un consejo básico que les doy a mis pacientes es que cenen temprano, pero les explico que pueden adaptarse a diversas situaciones. Si cenar tres horas antes de dormir (idealmente antes de las 9 p.m.) no es posible una noche, pueden optar por una opción ligera para evitar dormir con hambre. La adaptación permite establecer hábitos saludables que perduren en el tiempo.
Constancia
Una gota de agua es capaz de romper una roca, siempre y cuando sea constante. En nuestro estilo de vida, esto se traduce en que los cambios en salud requieren tiempo, pero la constancia es la clave para ver resultados. Realizar ejercicio de manera regular, consumir alimentos ricos en nutrientes y asegurar un buen descanso nocturno son prácticas que, mantenidas consistentemente, ayudan a prevenir enfermedades. Aunque los cambios puedan parecer pequeños e insignificantes, como una gota de lluvia, son estos ajustes sutiles y continuos los que generan transformaciones duraderas en nuestra salud. Cuando estos cambios llegan fuertes, en extremo y con mucha potencia (como un huracán) generan agotamiento y una sensación de estrés que evita que prevalezcan. Es esencial entender que los buenos hábitos deben ser gradualmente incorporados para que puedan perdurar con el tiempo.

Perspectiva
Imagina un vaso de agua frente a ti, con agua hasta la mitad. ¿Está medio lleno o medio vacío? Ambas respuestas son correctas. Esta dualidad es también un resumen de las ciencias de la nutrición: lo que es beneficioso para unos puede ser perjudicial para otros. Por ejemplo, el gluten puede causar malestar intestinal y anemia en algunas personas, por lo que es necesario eliminarlo de su dieta. Sin embargo, para otras personas, los productos de pan (que tienen gluten) fortificados con hierro pueden ser beneficiosos para prevenir dicha condición. En mi práctica como nutrióloga, veo ejemplos similares con ingredientes como cafeína, lactosa y edulcorantes. La clave reside en adoptar una perspectiva individualizada y entender que lo que funciona para una persona puede no ser aplicable a otra.
El agua nos invita a reflexionar sobre nuestra propia adaptabilidad, constancia y perspectiva en la vida. Adaptarte como el agua a los cambios en tu entorno te permite establecer hábitos saludables de manera flexible y sostenible. Ser constantes en tus esfuerzos, como la gota de agua que erosiona la roca, te asegura resultados positivos en tu salud a largo plazo. Y mantener una perspectiva informada y personalizada te ayuda a tomar decisiones de estilo de vida que sean adecuadas para ti.
Te invito a incorporar estas lecciones en tu día a día. Sé como el agua: adaptable, constante y con una perspectiva clara de tu salud. De esta manera, no solo mejorarás tu bienestar personal, sino que también contribuirás a crear un entorno más resiliente y preparado para enfrentar los desafíos que la vida te presenta.