Hace un par de semanas te propuse algo sencillo para cerrar el año: mirar tu estilo de vida a través de cinco pilares que sostienen tu salud: alimentación, ejercicio, salud emocional, sueño y consumo de sustancias adictivas como alcohol, tabaco o exceso de cafeína. La invitación fue clara: en lugar de intentar cambiarlo todo, elegir solo un pilar en el que quieras enfocarte. Cuando queremos transformarnos “de la noche a la mañana”, la ciencia del cambio de hábitos muestra que rara vez tenemos éxito.
Hoy quiero llevar esa idea un paso más allá. Piensa cómo te describirían hoy las personas que más quieres. Reflexiona sobre frases que usamos todo el tiempo: “mi amiga la deportista”, “mi hermana la que come súper bien”, “mi tía la desvelada”, “mi primo el que siempre bebe alcohol”. Sin darnos cuenta, solemos definir a los demás por sus hábitos. Lo que haces todos los días termina construyendo tu reputación y tu identidad.
Y no solo pasa con los hábitos de salud. A veces el trabajo se vuelve nuestra personalidad: llenamos la agenda, vivimos corriendo y, sin querer, vamos dejando en segundo plano a la familia, amigos… y a nosotros mismos.
Ahora aterriza esa reflexión en el tiempo: de aquí a un año, ¿qué te gustaría que dijeran de ti? ¿Que eres la persona que cuida su sueño, que maneja mejor el estrés, que dejó el cigarro o que hace ejercicio de forma constante, sin extremos? Luego da un salto mental y pregúntate cómo te gustaría que te describieran dentro de veinte años. Esa imagen del futuro puede ser una brújula que oriente tus decisiones presentes. No se trata de inventar una versión perfecta de ti, sino de ir cambiando un hábito a la vez en la dirección de esa persona que quieres llegar a ser.
Aquí entra una advertencia importante. Buscar mejorar está muy bien; obsesionarnos con hacerlo perfecto, no. La perfección no lleva a ningún lugar sostenible. La psicología muestra que el perfeccionismo rígido se asocia con ansiedad, depresión y dificultades en las relaciones. Cuando todo tiene que salir impecable, cualquier error se vive como un desastre y eso termina afectando tu salud emocional y tu cuerpo.
Tal vez ya lo has visto: la persona que no sale a cenar porque “no quiere romper la dieta”, quien se siente culpable por faltar un día al gimnasio o quien controla tanto su rutina de sueño que deja de salir con su familia y amigos. El deseo de “hacerlo bien” se convierte en una jaula. Por querer sumar años de vida, a veces le restamos vida a los años.
Por eso me gusta recordar una frase que repito en conferencias: lo que te lleva a vivir más y mejor es ser constante en lo que te hace bien y flexible cuando lo necesites. La constancia permite que un hábito saludable tenga impacto en tu longevidad. La flexibilidad protege tu salud emocional, relaciones y capacidad de disfrutar. Sin flexibilidad, el hábito se convierte en castigo. Sin constancia, el hábito no hace efecto.
De cara al próximo año, mi deseo para ti no es que te conviertas en una versión perfecta de salud. Mi deseo es simple: que evalúes tus hábitos con honestidad, elijas un pilar de tu estilo de vida en el que quieras enfocarte y lo trabajes día a día. Que seas constante, pero también capaz de soltar y ajustar cuando lo necesites.
No te enfoques tanto en perfeccionar tu vida que se te escape el placer de vivirla. Que este nuevo año, en lugar de perseguir la perfección en tu salud o tu trabajo, puedas disfrutar el camino porque ese es, al final, el sentido de vivir más y mejor.
