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Escucha tu miedo

¿Qué es lo que más te asusta de envejecer? Es una pregunta con la que abro mis conferencias. ¿Perder movilidad, depender de otros, quedarte sin dinero, sin pareja, sin amigos, sin memoria? Vale la pena detenernos un momento y responder con honestidad, casi como si fuera una carta al futuro.

Porque aquello que más tememos suele ser una señal clara de algo que hoy no estamos cuidando. Si me da miedo llegar sola a la vejez, quizá tengo pendiente invertir tiempo y presencia en mis vínculos.

Si me aterran las deudas, quizá necesito ordenar mis finanzas y dejar de postergar esa cita con el contador. Si me asusta perder la memoria, tal vez llevo meses durmiendo poco, comiendo mal y viviendo en piloto automático. Nuestro miedo no es un enemigo: es un aviso.

En psicología se habla de la “disonancia” entre lo que hacemos y lo que sabemos que sería mejor hacer. Ese nudo en el estómago es, muchas veces, nuestra intuición: una versión futura de nosotros que nos dice “cuidado, por ahí no es” o “muévete, todavía estás a tiempo”. Escucharla es un acto de valentía, pero también de prevención.

Cuando pensamos en envejecer, solemos imaginarnos los peores escenarios porque casi no tenemos modelos visibles de envejecimiento saludable. Vemos más historias de enfermedad, dependencia y pérdida que de personas mayores activas, curiosas, con propósito y sentido de humor.

Sin embargo, la ciencia del envejecimiento saludable muestra que gran parte de cómo llegamos a la vejez se construye con decisiones que tomamos desde décadas antes: lo que comemos, cuánto nos movemos, cómo dormimos, cómo manejamos el estrés y qué tan conectados estamos con otros.

Por eso, al iniciar un nuevo año, en lugar de llenar la lista de propósitos con metas imposibles, podemos hacer algo más sencillo y poderoso: transformar ese miedo en un propósito central de salud.

Si temo perder mi independencia física, mi propósito puede ser cuidar mi músculo y mi movilidad. Si temo la soledad, mi propósito puede ser cultivar comunidad: comer en familia más seguido, recuperar amistades, pedir ayuda si la necesito. Si temo la enfermedad cardiovascular, mi propósito puede ser proteger mi corazón desde hoy.

A partir de ese propósito, lo siguiente no es perfecto, sino concreto. Elegir una o dos acciones diarias posibles: caminar 20 minutos, agregar verduras a la mitad de mis comidas, apagar pantallas una hora antes de dormir, limitar el alcohol a ocasiones contadas. Y una acción semanal: revisar mi alacena, planear el menú, llamar a esa persona con la que siempre digo que “tengo pendiente un café”.

No se trata de cambiar de vida en enero, sino de acumular pequeñas decisiones que, con el tiempo, cambian la trayectoria de nuestro envejecimiento.

La buena noticia es que nunca es “demasiado tarde”. Los estudios en medicina de estilo de vida muestran que mejoras en alimentación, sueño, movimiento y manejo del estrés pueden reducir riesgo de infarto, diabetes y deterioro cognitivo aun cuando ya tenemos décadas vividas.

Envejecer es inevitable; envejecer con la mayor salud posible es, en gran parte, una responsabilidad compartida entre nuestro entorno y nuestras decisiones.

En lo que queda del 2025, en vez de huir de tu miedo sobre el futuro, úsalo como brújula. Pregúntate qué te quiere decir, qué aspecto de tu vida te está invitando a cuidar.

Haz de ese miedo tu propósito de salud para el año 2026 y deja que cada pequeño hábito sea un voto a favor de tu “yo” futuro.

Porque al final, de eso se trata: de preparar hoy el terreno para poder vivir más y mejor.


Alfredo San Juan
Alfredo San Juan


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Ale Ponce
  • Ale Ponce
  • Experta en ciencia e investigación de la nutrición con destacadas habilidades en el campo de la nutrigenómica y los alimentos funcionales. Vasta experiencia en el área de nutrición clínica y administración educativa. Publica su columna Vive más y mejor todos los lunes.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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