El bono político que le aporta Sergio Salomón Céspedes Peregrina al Movimiento de Regeneración Nacional en Puebla, no es poca cosa; al contrario.
En los pasillos políticos, sobre todo de la oposición, se extraña al ex gobernador Miguel Barbosa, ya que nadie como él había dividido y confrontado a los poblanos.
Era una figura ideal para restarle puntos a Morena en un proceso electoral.
Representó el rostro de la venganza, el temor y las malas intenciones, lo cual habría sido impulsado como el modelo perfecto de lo que no se quería dar continuidad en Puebla.
El arribo de Sergio Céspedes a la silla del Poder Ejecutivo, le cambió el rostro al gobierno, a la política, pero sobre todo al movimiento de la autodenominada Cuarta Transformación.
Independientemente de quién sea electo entre los siete aspirantes a coordinar los Comités de Defensa de la 4T, gozará de ese beneficio positivo, que se traduce en el bono político de un personaje que se ha ganado el cariño de la gente.
A Sergio Céspedes lo conocí cuando era diputado local por el PRI. Era el presidente de la comisión de Derechos Humanos del Congreso del Estado, en una legislatura que resultó muy exitosa y con personajes que hoy siguen haciendo política de altura. Yo era reportero de la televisora de La Paz y nos unió una relación de respeto y profesionalismo.
Lo recuerdo cercano y sencillo.
Después se hizo alcalde de Tepeaca. Una vez acudí a él y no me decepcionó.
Luego se hizo líder del Congreso. Se convirtió en el hombre de confianza de quien usó el poder para amedrentar.
El 13 de diciembre, Céspedes Peregrina se convirtió en Gobernador.
A partir de ahí nos distanciamos. Al principio me pareció una mala señal, pero después entendí que fue lo más sano. Él se enfocó en gobernar y yo a dirigir esta empresa de comunicación al lado de Miguel Ángel Vargas. A diferencia del pasado, él ha respetado la libertad de expresión, y su ejercicio, casi en su totalidad. El problema no es él sino sus interlocutores.
El martes lo entrevisté y es el mismo al que cuestionaba en aquella oficina del Congreso, con Alfredo como su particular, solo que ahora no dirige una comisión, sino el destino de un Estado.
Es consciente de los retos y de la importancia de la unidad y no permitirá que alguien venga a destruirla por el deseo de ocupar su lugar en el 2024.
Después de que termine su mandato, en 14 meses, regresará a Tepeaca con su familia o se quedará en su casa del Bulevar Atlixco, solo para tomar impulso, porque su carrera política apenas esta tomando la autopista. Ojalá que termine de hacer las cosas bien.