Lo de Javier Aquino no fue un movimiento administrativo. Fue un ajuste de poder.
El ahora ex secretario de Bienestar no salió por temas técnicos, sino por el reacomodo de fuerzas dentro del grupo político en el poder.
Durante años, Javier Aquino Limón fue un operador de confianza, cercano a Alejandro Armenta, pero también a Sergio Salomón Céspedes. Oriundo de la misma región, tejió puentes con ambos y se movió con habilidad entre las dos administraciones. En el sexenio pasado se convirtió en el hombre de confianza del gobernador sustituto. Era el número dos del estado. Y cuando el gobierno cambió, logró quedarse, pero en otra trinchera.
El nuevo encargo desde la Secretaría de Bienestar era una joya política con presupuesto, programas sociales, contacto directo con la ciudadanía. Un espacio estratégico, pero también, una bomba de tiempo.
Se cuenta que su nombramiento fue parte de un acuerdo de transición entre el gobernador saliente y el entrante.
El problema vino después cuando el grupo cespedista creyó que esa posición sería una especie de extensión de su poder, una ventana para seguir operando políticamente y mantener viva la aspiración de regresar al gobierno en 2030.
Y ahí se rompió la línea.
Fuentes fidedignas cuentan que a algunos del círculo de Céspedes se les pasó la mano y en charlas de café llegaron a atribuirse el control político de ciertos temas y hasta presumir que manejaban crisis recientes que el equipo del gobernador había resuelto. Eso no cayó bien en Casa Aguayo.
El resultado fue inmediato. Javier Aquino sale del gabinete, pero con una salida “decorosa” como delegado de la Secretaría de Infraestructura, Comunicaciones y Transportes, un cargo técnico, sin reflectores, que ya ocupó en tiempos de Peña Nieto. En otras palabras, una salida elegante para una ruptura política.
Pero el relevo dice más que la renuncia.
Llega Laura Artemisa García Chávez, presidenta del Congreso local, con presencia mediática y proyección política. Su aterrizaje en Bienestar no solo recompone el tablero interno, sino que abre el camino a su posicionamiento rumbo a 2027. Desde esa secretaría, puede tejer estructura territorial, operar programas y fortalecer su nombre para una eventual candidatura a la alcaldía de Puebla.
En términos políticos, es un movimiento quirúrgico.
Se cierra una etapa de influencia del grupo cespedista y se consolida el control del gobernador sobre las áreas sensibles del gabinete.