El “Informe de la Presidencia de la Comisión para la Verdad y Acceso a la Justicia del Caso Ayotzinapa” metió al presidente López Obrador en un brete. Si la Comisión determinó que lo ocurrido en 2014 fue un crimen de Estado, ¿por qué no se procede en contra de quien era entonces jefe de Estado? AMLO suele criticar al viejo presidencialismo mexicano por simular el combate a la corrupción: castigaba a exsecretarios sin tocar a los expresidentes cuando en realidad —nos confirma— en el despacho presidencial se sabe y se aprueba todo. Lo que critica se llama pacto de impunidad y él, al cuidarle las espaldas a su predecesor, lo ha refrendado.
La protección que AMLO da a Enrique Peña Nieto ha llegado a la ignominia. Ya no solo desdeña las evidencias de que el gobierno anterior ha sido el más corrupto en la historia reciente de México, ahora también soslaya la ineludible responsabilidad de quien ocupaba la Presidencia desde la que se fraguó la narrativa repudiada. El Informe concluye en su penúltima página que “La creación de ‘la verdad histórica’ fue una acción concertada del aparato organizado del poder desde el más alto nivel del gobierno…”. ¿El “agradecimiento” de AMLO a Peña Nieto por “no meterse” en la elección de 2018 —son sus palabras— justifica que lo defienda, pese a que la verdad de la 4T sostiene que sí se metió a encubrir a las atrocidades del caso Ayotzinapa? ¿Cómo puede seguir defendiéndolo tras de avalar lo reiterado en Palacio Nacional por Alejandro Encinas (rara avis, por cierto, con los arrestos para manifestar sus discrepancias con AMLO)? ¿Va a proteger a un protector de criminales?
Pero AMLO no está solo en este predicamento: la alianza opositora tampoco sabe qué hacer con Peña. Puesto que el PRI es parte de ella —más aún, varios priistas que hoy tienen posiciones prominentes participaron en el anterior gobierno— y aunque deslindarse del peñanietismo sería la postura ética e inteligente para panistas y perredistas, los aliancistas no se han deslindado. Y es que, además de los gajes de este desafortunado tripartidismo, la polarización provoca una distorsión que beneficia a AMLO: hay en la oposición quienes reivindican el indefendible pasado inmediato, el que hundió a Peña Nieto en una desaprobación popular de más del 80% y dio millones de votos a Morena (cuya próxima candidata, apuesto, tendrá licencia para disentir de su jefe en el tema del pacto de impunidad si él decide mantenerlo hasta el final). He aquí el problema: de no esgrimir un proyecto de futuro que condene tanto los desvaríos populistas de la 4T como el saqueo del sexenio peñanietista, la coalición PAN-PRI-PRD perderá toda posibilidad de ganar en el 2024.
Felipe González dijo en España que los expresidentes son como jarrones chinos: no importa dónde los pongan, siempre estorban. Enrique Peña Nieto rebasa esa alegoría; es como una enorme gárgola en la casa opositora mexicana que espanta a los residentes y ahuyenta a los invitados. La memoria de nuestra sociedad no es tan flaca. Tal vez no recuerde la restauración autoritaria emprendida en 2012, pero no ha olvidado los escándalos de corrupción que apenas hace un lustro la indignaron. ¿De veras van a defender ese legado? Porque les será imposible ignorar al elefante engargolado en la sala.
@abasave