Cultura
  • Salón Tenampa: 100 años del santuario donde nació el mariachi

  • EDICIÓN FIN DE SEMANA
  • Desde su fundación por un jalisciense nostálgico, el Salón Tenampa se consolidó como el hogar del mariachi en la CDMX. Hoy, celebra 100 años de ser el refugio de íconos como José Alfredo Jiménez y Lucha Reyes.
Salón Tenampa. El corazón que sigue latiendo en Garibaldi (Especial y Fototeca Milenio)

El Salón Tenampa no nació por casualidad sino por el deseo de un jalisciense nostálgico de su tierra, quien decidió abrir una cantina que evocara el espíritu de Cocula, el lugar donde se dice que nació el mariachi.

Se trataba de Juan Indalecio Hernández Ibarra, un joven tendero que había llegado a probar suerte en la capital con un pequeño local ubicado en el corazón de la plaza Garibaldi; poco después invitó a un pequeño grupo de paisanos músicos, a los que siguieron varios más, como si de un refugio de mariachis se tratara.

Y así, como una semilla plantada en el centro de la ciudad, surgió este lugar que pronto –sin proponérselo– se convertiría en el santuario de la música vernácula mexicana.

El Salón Tenampa no nació por casualidad sino por el deseo de un jalisciense nostálgico de su tierra
El Salón Tenampa no nació por casualidad sino por el deseo de un jalisciense nostálgico de su tierra. (Especial y Fototeca Milenio)

Los primeros años: tequila y emociones

Situados al lado de una vecindad, los primeros años fueron modestos. El Tenampa era apenas una cantina sencilla, de mesas largas, donde el tequila corría como río y el dolor del corazón se curaba, o al menos se adormecía, al son de un violín, una trompeta y una voz que cantaba desgarrada. 

Ahí no se venía solo a beber: se venía a sentir, a cantar, a llorar o a enamorarse.

Con el tiempo, el Tenampa se volvió leyenda. 

Figuras como Lucha Reyes, la primera gran dama de la canción ranchera, dejaron su huella profunda en sus muros. José Alfredo Jiménez, Pedro Infante, Jorge Negrete, Javier Solís, Lucha Villa, Cornelio Reyna, Amalia Mendoza, Chavela Vargas, Cantinflas… sus voces, risas y penas de amor, aún parecen flotar entre los murales que adornan el salón desde siempre.

Los empleados más antiguos recuerdan:

“Cuando entré aquí era como llegar a esas cantinas típicas de las películas. En esa parte de los muros había unas rejas que protegían la barra porque de repente volaban las botellas. Era una cantina brava. Si había trifulca y había golpes, todo mundo le entraba a defenderse y a defender a los compañeros. Y hasta eso era bonito, porque después de la trifulca, todo mundo se daba la mano, seguía la fiesta y aquí no pasó nada”, recuerda Isaías Muñoz, quien acaba de cumplir 33 años trabajando en el Tenampa.

El Tenampa era apenas una cantina sencilla, de mesas largas, donde el tequila corría como río.
El Tenampa era apenas una cantina sencilla, de mesas largas, donde el tequila corría como río. (Especial y Fototeca Milenio)

Renovación sin perder el alma del mariachi y un símbolo de la cultura mexicana


Ya en los años 60, el Salón Tenampa se renovó. No para transformarse, sino para proteger su alma

Se incorporaron nuevos espacios y se amplió hacia la antigua vecindad, con dos pisos que siguen sirviendo a sus clientes con la misma dedicación hasta hoy. 

Se perfeccionó la carta, honrando la gastronomía jalisciense, y volviéndose un espacio más familiar, pero sin perder la costumbre de brindar con un tequila o un buen ponche de granada, bebida que sirve exclusivamente en este lugar y se produce de manera artesanal —por la misma familia— desde hace siete décadas.

También se consolidó como un sinónimo de la mexicanidad, que traspasó fronteras y atrajo personalidades de todos los ámbitos: Carlos Slim, Enrique Bunbury, Rocío Dúrcal, Lola Flores, Lola Beltrán, Joaquín Sabina y hasta Luis Miguel han acudido a experimentar una noche en el Tenampa.

El lugar es una experiencia que no se puede comparar con ninguna otra. Todavía se recuerdan las parrandas de Chavela Vargas y Carlos Monsiváis, quienes se amanecían en la barra, empeñados a seguir la fiesta.

Y es que el Tenampa no es solo un restaurante. Es un altar de emociones. En estos 100 años, ha visto a generaciones enteras llegar para celebrar un triunfo, para despedir un amor o simplemente para ser testigos de su propia nostalgia. 

Para muchos, cruzar sus puertas es como entrar en una máquina del tiempo donde la música de un mariachi sigue siendo capaz de abrir de par en par el corazón.

Ya en los años 60, el Salón Tenampa se renovó. No para transformarse, sino para proteger su alma.
Ya en los años 60, el Salón Tenampa se renovó. No para transformarse, sino para proteger su alma. (Especial y Fototeca Milenio)

Hoy, al celebrar su centenario, el Salón Tenampa no sólo festeja su permanencia, sino su resistencia. Porque ha sobrevivido a crisis, terremotos, una pandemia y a modernizaciones que se llevan todo. 

El Tenampa ha estado ahí, inamovible, como un faro para todos los que alguna vez han necesitado refugiarse en un verso triste o perderse en una botella.

Celebraciones por su centenario y legado que ha marcado la cultura y la música 


Las celebraciones de estos cien años no podían ser menos: hace un par de semanas anunciaron una colaboración con la marca Panam para lanzar un calzado conmemorativo, además de la publicación de un libro con recetario incluido.

Además, una gran fiesta en el Lienzo Charro de Constituyentes con presentaciones de Julio Preciado ,El Bebeto, Karina Catalán y la española Natalia Jiménez, quien recientemente develó su propio mural en el salón.

“Para nosotros no es solo un restaurante, es el legado de la familia y nos sentimos con la responsabilidad de protegerlo y hacerlo perdurar para que las nuevas generaciones no olviden de dónde venimos. Es parte importante de nuestros recuerdos, el trabajo de muchas familias y el baluarte de toda una tradición que está más viva que nunca”, asegura María Fernanda Aguilera, quien actualmente está al frente del histórico local.

Tenampa, que en náhuatl y significa “lugar amurallado”, es sentir que el tiempo no se detiene.
Tenampa, que en náhuatl y significa “lugar amurallado”, es sentir que el tiempo no se detiene. (Especial y Fototeca Milenio)

Una experiencia que trasciende generaciones


Caminar hoy por el Tenampa, que en náhuatl y significa “lugar amurallado”, es sentir que el tiempo no se detiene. 

Es ver cómo un padre enseña a su hijo a pedir una canción al mariachi, como una forma de preservar la tradición. Es observar a grupos de amigos o jóvenes turistas descubrir, entre asombro y alegría, la pasión desbordada en una voz que canta “El Rey” en la mesa de al lado. 

Es escuchar cómo un anciano, con lágrimas en los ojos, se levanta de su silla para entonar “Amor eterno”, recordando a quien ya no está.

Porque el Tenampa es un hogar para la alegría, el dolor, la nostalgia y la esperanza. Hoy, cien años después de su fundación, el Salón Tenampa sigue siendo el corazón palpitante de Garibaldi que no dejará de latir por 100 años más.



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Cristóbal Sandoval
  • Cristóbal Sandoval
  • cristobal.sandoval@milenio.com
  • Periodista especializado en estilo de vida y coeditor del suplemento Chic Style. Apasionado de la lectura, los viajes, la gastronomía y la arquitectura. Amante de mostrar el lado humano de los personajes y contar esas historias que pocos conocen.
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