Cultura

Entre lo vivo y lo inerte

Ciencia

Lo que nos separa de la muerte es el tiempo porque la biología no es otra cosa que química con historia.

Para muchos, los virus no son organismos vivos porque no son independientes del medio al momento de replicarse, no sostienen un metabolismo interno y no experimentan un ciclo vital: nacer, crecer, morir.

Los virus son estructuras moleculares muy estables, con genomas limitados. No cumplen con los rasgos básicos del concepto “vida”, que para los fisiólogos involucra autorregulación, intercambio constante de material con el medio ambiente, autoconservación y reproducción.

Sin embargo, los virus poseen un complemento de genes como porciones de ácidos nucleicos que son la esencia de la vida. Es por eso por lo que los genetistas suelen estar más dispuestos a verlos como seres vivos, aunque la controversia parece inclinarse en su contra. En todo caso, podemos aceptar que los virus son arreglos de átomos en la interfaz entre la materia inanimada y los organismos.

Les podemos conceder a los virus la capacidad de replicarse por sí mismos al encontrar una célula que lo hospede para tomar lo necesario, y, hay quien dice, muy en favor de los virus como manifestación vital, que se los puede ver como un químico que cobra vida cuando infecta a una célula.

¿Es que los virus conforman la línea crucial? ¿Es que los virus son el lindero que delimita los mundos de lo vivo y lo exánime?

Como forma funcional simple los virus habitan una zona limítrofe entre lo vivo y lo inerte. Este lindero no parece ser una delgada línea sino una franja difusa, una región discutible que se opone a una clasificación simple.

Los virus son moléculas genéticas muy sencillas cubiertas por proteínas y azúcares, pero no son la estructura más elemental con actividad biológica. Los “obeliscos” son entidades más sencillas que los virus; apenas fragmentos independientes de Ácido Ribonucleico (ARN) capaces de colonizar bacterias. Algunos de estos incluso viven en nuestro intestino.

Los obeliscos forman su propio grupo filogenético que no tiene similitud detectable con agentes biológicos conocidos.

Al realizar estudios se ha identificado miles de obeliscos distintos, algunos incluso prevalentes en los microbiomas humanos de manera que no solo están cerca, están dentro de nosotros.

Streptococcus sanguinis es una bacteria habitual de la microbiota bucal en los humanos. Esta puede llegar a entrar en el torrente sanguíneo durante una cirugía dental, si los cuidados no son adecuados, y colonizar las válvulas del corazón donde produciría inflamación en el revestimiento interno de las cámaras cardiacas. Pues bien, esta bacteria parece ser huésped celular de un obelisco específico con 1137 nucleótidos. Se ha visto que el mantenimiento de este obelisco no es esencial para el crecimiento bacteriano de manera que, no se conoce cuál es el papel de los obeliscos en el microbiota.

Todavía más elemental que los obeliscos son las subpartículas víricas llamadas viroides. Estos son muy simples y, por su actividad, se encuentran, al igual los virus, en el límite de lo que podemos llamar vida. Los viroides fueron observados en 1976 por primera vez. Están formados por una hebra de ARN circular, como un anillo que se pliega sobre sí mismo formando una varilla. Son un tipo de virus simplificado al extremo.

Si un virus sencillo puede tener 2 mil nucleótidos, los viroides están formados por apenas trescientos.

De manera que: los viroides son estructuras de ARN anular sin una cubierta. Se los encuentra desnudos, sin la protección de una vesícula. Los obeliscos también son circulares y contienen fragmentos de ARN no codificante. En cambio, los virus más simples como el de la hepatitis es una estructura circular de ARN con genes y una envoltura; en general los virus de ARN y ADN están ya protegidos por una capa de proteínas y azúcares llamada cápside. Los virus satélites o virófagos requieren además de otro virus para su reproducción. Los plásmidos son estructuras genéticas móviles, pero no son aceptados como seres vivos de manera que, la cantidad de elementos y la organización entre ellos crece, aumenta siempre en dirección de la complejidad hasta que el arreglo llega a ser un organismo viviente.

Desde luego que en todo esto, la pregunta de fondo ha sido siempre: ¿qué es la vida? Esta es una pregunta que ha recibido mucha atención por mucho tiempo; que se ha contestado de diferentes maneras y llenado estantes en las bibliotecas.

Viroides, obeliscos, virus, virófagos, plásmidos, …parece ser que no existe una línea sino una banda formada por esta variedad de objetos clasificables; una región que separa a la biología de la química. Esa franja difusa que va de estructuras simplificadas a formas cada vez más complejas señala la transición crucial, el cambio de fase, la transformación casi mágica entre lo vivo y lo inerte.

AQ

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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Laberinto es una marca de Milenio. Todos los derechos reservados.  Más notas en: https://www.milenio.com/cultura/laberinto
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