Cultura

‘Vendrá’ la noche ‘y tendrá tus ojos’

Desde el desierto

La oscuridad envuelve el desvelo y, en el sueño que ronda los ojos, escribe: “‘engaño colorido’ digital que ilumina el rostro y se funde con la vida”. Y es precisamente por eso, por lo que no regresarás ahí, solo al silencio.

Gira la tierra, y tú creías dormir. No logras regresar al sueño, ni atiendes a su índice que te aguarda para señalar partes elaboradas de tu vida. Giras la cadera sobre la cama. Flexionas las piernas y las sábanas, con su suavidad, conversan contigo. Enseguida recibes lo que aparece dentro de ti en la oscuridad. Los tambores invisibles de metal, enormes, rítmica y arrebatadamente emergen en tu pecho. Reconocen la bruma: ahí está tu adicción. Adicción a la noche. Desprendes tus cabellos de la almohada —ella desearía apresarlos para que regreses—. Te incorporas. Adentras tus pies en la oscuridad. No tropiezan con lo conocido: muebles, libreros, puertas. No, tropiezan con ese sabor en la boca, promesa que no cumpliste.

Sabes que el color de las sombras son otra forma de ensueño, de salvación. Y piensas: casi todos los cuerpos del mundo duermen. Los revestidos de escamas que nadan en tu cabeza, los que vislumbras y ondean en el fondo del agua, debajo de témpanos de hielo. Casi todos duermen, los cubiertos de plumas, anidando en cornisas donde las piedras no los alcanzan. Otros cuerpos no duermen: los ordenados linealmente dentro de las fábricas, innumerables en el mundo. Cincelan la resonancia sorda de lo que llamamos evolución. De ahí sus manos se desdoblan, aparecen en la playa, en un atardecer que no tiene fin.

Por la noche, al abrir las ventanas, las puertas, puedes sentir cómo el aire localiza la herida que está a punto de convertirse en cicatriz, pero no lo logra. Aparece sobre tus hombros un abrazo del pasado, y los cables eléctricos murmuran con alegría cómo acompañan la traslación de la tierra. El silencio de la noche te hace pensar por qué a veces tiembla tu mano izquierda.

Ya tienes los ojos puestos en la oscuridad del cielo otra vez. En la penumbra, los cuerpos tienen otras dimensiones: borrosas, pequeñas, vastas, suaves. Se transfiguran con el sonido que se gesta en la oscuridad. Sus distintas formas parpadean dentro de ti: escalones de piedra que bajaste aquel día del otro lado de la ciudad o acaso del otro lado del continente.

Desde la oscuridad, fuera del hielo, fuera de la arena, tu cuerpo escala lo digital y se sumerge en la certeza de la tinta. Tomarás este silencio, lo llevarás en la mano izquierda. Con él te dispondrás, en algún momento, a crear, porque reconoces el espacio de donde todo aparece: la oscuridad. Cristal —atravesado por la enorme ola del sueño— intacto.

Recursiva la noche en ti, como esas voces incansables y opuestas que asoman entre su vaho. Esta vez, Clarice Lispector dice: Lo que me tranquiliza / es que todo lo que existe, / existe con absoluta precisión. / Lo que tiene el tamaño de una cabeza de alfiler / no se desborda ni una fracción de milímetro / más allá del tamaño de una cabeza de alfiler. / Todo lo que existe es de una gran precisión. / La pena es que la mayor parte de lo que existe con esa exactitud / nos es técnicamente invisible. / Lo bueno es que la verdad nos llega/ como un sentido secreto de las cosas. / Terminamos adivinando, confundidos, / la perfección.

La adicción a la noche y sus consecuencias: ojeras orgullosas que muestran la luna roja en la mirada, cansancio arropado con música, y ese polvo del pasado, brillante, en las uñas.

La oscuridad envuelve el desvelo y, en el sueño que ronda los ojos, escribe: “engaño colorido digital que ilumina el rostro y se funde con la vida”. Y es precisamente por eso, por lo que no regresarás ahí, solo al silencio. Siempre a él, alfiler que mide la verdad y su tiempo. Con él vendrá la noche; su profundidad, su extrañeza. Y tendrá tus ojos.

AQ

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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Laberinto es una marca de Milenio. Todos los derechos reservados.  Más notas en: https://www.milenio.com/cultura/laberinto
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