Cultura

El regreso de la Nao de China

Arte

La Casa del Conde Rul, en Guanajuato, cumple su primer año de albergar la Colección ALAR de Arte Chino, que recupera el contacto y la influencia de la nación asiática en nuestro país.

Hace un año se inauguró, en la ciudad de Guanajuato, el primer museo dedicado al arte chino en América Latina. Desde el 5 de septiembre de 2024, la Casa del Conde Rul alberga la Colección ALAR de Arte Chino, donada por Arturo Coste y Alain Gibersztein, gracias a la intervención de la curadora y gestora cultural Gloria Maldonado Ansó y a la visión curatorial y museográfica de José Enrique Ortiz Lanz, León Faure y del equipo de Estudio Museográfico es ya, como lo subraya, Lizeth Galván Cortés, secretaria de cultura del estado: “Un hito cultural que fortalece el intercambio cultural entre México y Asia, lo cual favorece la diversidad artística, incrementa la oferta cultural local, impulsa el turismo e identidad de Guanajuato como epicentro artístico y cultural en nuestro país”.

Iniciativas como esta nos hacen reflexionar sobre la importancia tanto de las donaciones como de las estrategias institucionales para abrazar acervos integrados con meticulosidad e inteligencia; acciones que exigen un diálogo colectivo y de visiones a largo plazo. Lograr una donación y concretar su exhibición en un espacio abierto al público es una labor titánica como lo reiteran Coste y Gibersztein: “No somos un país muy dado a las donaciones. ¿Has intentado donar tu discoteca o tu biblioteca? Es todo un reto, trámites y requerimientos complejos, que te obligan a revestirte de paciencia y, por otro lado, el Estado no incentiva las donaciones”. La necesidad de evaluar la posibilidad de legar sus acervos a instituciones gubernamentales o privadas y como de la exigencia, como donantes, de pedir garantías para la exhibición y preservación debería ser una preocupación social y no solo de los coleccionistas que, como ellos, entienden que “estos fondos son maneras eficaces para contribuir a la educación y cultura de nuestros paisanos; además, de salvar trozos importantes de nuestra propia historia”. Visión que comparten con Maldonado Ansó, quien desde hace más de cuatro décadas se ha dedicado, de la mano de especialistas y propietarios, al rescate y difusión de archivos, entre otros, del fotógrafo Rodrigo Moya, recientemente fallecido; preocupación que ha ido transformando en acciones, primero como responsable de Artes Visuales del Festival Internacional Cervantino, desde 2001 hasta que el área fuera desaparecida por la entonces directora del FIC Mariana Aymerich en 2019. La cercanía con este tipo de acervos, como lo declara: “Ha despertado en mí una honda preocupación por el destino de los mismos, el cual en general es incierto”.

Esta falta de certeza la ha llevado a luchar por visibilizar archivos como el del dibujante Ernesto García Cabral, y los de los fotógrafos Walter Reuter y Humberto Zendejas, así como a promover que sean donados cuando coincide con el deseo de sus propietarios. De la misma manera, se ha propuesto gestionar la donación de ciertas colecciones de arte privadas para que se vuelvan públicas. “Arturo Coste y Alain Gibersztein tenían el deseo de donar su extraordinaria colección de arte chino, por lo cual le ofrecí el proyecto a Adriana Camarena, una funcionaria de larga trayectoria y amplia visión, quien era entonces directora del Instituto Estatal de la Cultura de Guanajuato. La respuesta fue entusiasta”, recuerda.

Gran parte de los museos de Guanajuato existen gracias al mecenazgo. Olga Costa y José Chávez Morado donaron sus colecciones a distintos espacios como Museo Regional Alhóndiga de Granaditas; el Museo del Pueblo, cuyo acervo se enriqueció con parte de sus colecciones de pintura y escultura mexicana de los siglos XVIII y XIX; incluso donaron su casa con acervos para fundar el Museo de Arte Olga Costa y José Chávez Morado. Otros casos son: Eulalio Ferrer, español cervantista exiliado en México, quien donó su colección de objetos, obras de arte, libros y documentos para el Museo Iconográfico del Quijote; y María Teresa Pomar, su colección de arte popular en miniatura hoy pertenece al Museo del Pueblo.

Si bien el proceso desde que se planteó la donación hasta la inauguración del recinto no excedió el año, es la excepción que confirma la regla. “Aunque las dificultades y trámites eran muchos, hubo una perfecta conjunción de buenas voluntades y altura de miras. También contamos con museógrafos estupendos y con promotores entusiastas, todos hicimos un esfuerzo muy grande y veloz para lograr que el museo se inaugurara antes del cervantino”, comentan los coleccionistas quienes, además, donaron cerca de 150 piezas-bases que se integraron a la museografía y un catálogo de casi 500 libros especializados, los cuales, como comenta Galván Cortés: “Están disponibles para su consulta en la Biblioteca Guanajuato, ubicada en el Museo Palacio de los Poderes, fortaleciendo la difusión académica y el acceso a la investigación especializada”.

Se necesita entretejer presupuestos, tiempos, museografías, conocimientos, espacios, burocracias, coyunturas y pasiones, como la que ha acompañado a Coste y Gibersztein durante los más de 40 años que han coleccionado, además, artes decorativas japonesas e indochinas (“Ya encontraremos un buen hogar para ellas”, al menos eso esperan).

Plato octagonal de porcelana con escudo nobiliario de la familia Curveau. China, Dinastía Qing, siglo XVIII. Colección ALAR de Arte Chino
Plato de porcelana con escudo nobiliario. Siglo XVIII. (Secretaría de Cultura de Guanajuato)

Pero, ¿qué mueve a un coleccionista? Curiosidad, sin duda, aunque también es “una pulsión”, como lo definen Arturo y Alain, que va acompañada de sensibilidad “e información para encontrar y adquirir el mejor objeto. Si bien el coleccionismo de arte chino nos acompaña desde que el Galeón de Manila tocaba Acapulco por allá de 1565 y hasta aproximadamente 1810, en México son pocos coleccionistas especializados. La persistencia y la paciencia con la que han integrado sus acervos se observa en el catálogo que acompañó la apertura de este museo, en pleno corazón de la ciudad de Guanajuato, albergado en una casona neoclásica de principios del siglo XIX y atribuida al arquitecto Francisco Eduardo Tresguerras, inmueble que es en sí una de las variables clave planteadas por Estudio Museográfico.

Como curador Ortiz Lanz —cuya trayectoria fue reconocida por el INAH en 2024, en el marco del Día Internacional de los Museos— se propuso “retomar la tradición del coleccionismo mexicano sobre temas internacionales, pero vinculados de algún modo a México. Es decir, pareciera que China es un país ajeno y, sin embargo, la vertiente del contacto y las influencias de ese país desde tiempos virreinales fue muy fuerte. Temas como el papel de China, los farolitos, los fuegos de artificio y hasta el arroz con leche son motivo de celebración en México desde hace centurias. La porcelana y muchas de las técnicas usadas en el arte popular llegaron también de Asia y reelaboradas, son ahora parte de nuestra identidad. Si los mexicanos en los últimos diez años hemos recuperado nuestra herencia africana, todavía tenemos esa asignatura pendiente con el mayor —y el más poblado— de los continentes”.

Para los involucrados en la gestación de este proyecto era vital que la museografía reflejara el arduo trabajo que es el coleccionismo. “Un valor agregado fundamental”, subraya Ortiz Lanz, ya que no se trata de una mera acumulación de objetos comprados al azar por el mundo, sino un testimonio del coleccionismo mexicano de otras épocas rescatado y puesto en valor. Además, en un país como México en donde, hasta hace unas décadas, nos declarábamos mestizos y fruto de una mezcla entre Occidente y los pueblos originarios americanos, pensarnos más plurales, integradores, respetuosos de otras tradiciones y conocedores de otros aspectos culturales que nos atañen, es fundamental. Un museo de arte asiático es un sueño”. Tiene razón, sobre todo, porque la apertura de este espacio también contribuye a la descentralización de los museos, la cual debería ser una tarea firme y constante para que “todos los estados pudieran tener museos más allá de la presencia local de colecciones nativas, para promover una cultura que enriquezca a otras ciudades y se despliegue la diversidad”, añaden Coste y Gibersztein.

En este sentido, desde la Secretaría de Cultura de Guanajuato, Lizeth Galván Cortés detalla: “Se ha impulsado una programación dinámica mediante visitas guiadas en un edificio que goza de una arquitectura histórica invaluable; además, de actividades de mediación que conectan al público con los valores artísticos y educativos del museo y del legado histórico de la colección, potenciando así su vocación cultural y formativa. Desde su inauguración se han realizado 26 actividades de mediación con 865 personas participantes en Talleres, Conversatorios y visitas guiadas comentadas. Además, hemos recibido a 10 mil 668 personas”.

Una cifra que ojalá aumente para que el Museo Conde Rul-Colección ALAR Arte Chino se convierta en un referente, en un destino en sí que despierte el interés por recuperar una memoria que está ahí. “El arte asiático no fue un extraño para nuestros abuelos y bisabuelos”, refiere Ortiz Lanz, “lo es ahora para nosotros después de un siglo de fuertes influencias norteamericanas y del cierre de China tras el triunfo de la Revolución. Los salones decimonónicos —y las recámaras, comedores y cocinas— estaban llenos de esa influencia. ¿Quién recuerda ahora los tamales hechos con masa de arroz, platillo que deleitó a varios cocineros que dejaron su testimonio? Así, nuestra memoria, después de dos o tres generaciones en las cuales se cerró el contacto con Asia, pareciera que es lejano; sin embargo, los numerosos testimonios que encontramos en nuestro país nos muestran otra realidad”.

Colección ALAR de Arte Chino en el Museo Casa del Conde Rul en Guanajuato, México.
Sala de la Colección ALAR de Arte Chino en el Museo Conde Rul. (Secretaría de Cultura de Guanajuato)

Recuperar la presencia oriental engrosaría las reflexiones sobre nuestro presente histórico y contribuiría a seguir la huella de rutas y líneas de investigación. En este camino, el museo de arte chino podría convertirse en un punto de encuentro entre especialistas y los diversos públicos. En esta ruta, como menciona Galván Cortés, “se cuenta con un programa expositivo que gira en torno a la vocación de acercar las expresiones asiáticas del arte. Guanajuato ha sido desde siempre un estado muy hospitalario con las culturas asiáticas que encuentran en este recinto las manifestaciones, e inspiraciones de estas grandes culturas”. Esa cercanía histórica es otro de los ejes museográficos. Añade Ortiz Lanz: “La burguesía de Guanajuato coleccionó la porcelana y muchos otros objetos que llegaban como bienes suntuarios a través del Galeón de Acapulco. Tampoco recordamos ya que la plata mexicana era la principal mercancía de cambio para obtener esos bienes. Plata, que muchas veces provenía de las minas de Guanajuato y de aquéllas otras ciudades, pueblos situados a lo largo del Camino Real de Tierra Adentro. Pensar en un palacio como éste, que albergue una colección de arte chino, no es posible, sino una vocación prácticamente natural”. Tan natural que lo sorprendente es que no hubiera sucedido antes.

Y como ya ocurrió, hay que seguir trabajando en una programación dinámica que potencie su vocación cultural y formativa, así como seguir planeando, como sugieren Alan y Arturo, en crear una sociedad de amigos del museo “manejada idealmente por puros guanajuatenses, para difundir su contenido entre las juventudes y niñez, que aporten paulatinamente fondos para mejorar las instalaciones del museo y ensanchar el panorama de las importantísimas exposiciones temporales”.

Celebrar el primer aniversario del Museo Conde Rul-Colección ALAR Arte Chino es ante todo el pretexto ideal para reflexionar sobre la importancia de las donaciones como “una forma colaborar con lo mejor que tenemos para ensanchar el patrimonio cultural de nuestro país”, rematan Coste y Gibersztein, quienes confían en que este proyecto resulte paradigmático para alentar a coleccionistas instituciones a abrirse. Por lo pronto, ellos mismos están considerando ya una segunda donación “para ensanchar y mejorar la exhibición permanente”. Sin duda, hay mucho por hacer porque, como declara José Enrique Ortiz Lanz: “En definitiva, se trata de un museo incipiente, el gran museo de arte asiático de México está pendiente, pero esta es una muy buena base, un extraordinario inicio de un proyecto de largo aliento que nos llevará a reconocernos plurales y diversos”.

AQ

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Laberinto es una marca de Milenio. Todos los derechos reservados.  Más notas en: https://www.milenio.com/cultura/laberinto
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