Durante 90 minutos, 27 internos del Centro de Prevención y Reinserción Social (Ceprereso) de León ponen pausa a su historial delictivo y a la sentencia que cumplen tras las rejas para transformarse en actores e interpretar “El otro Otelo”, basada en la obra original de William Shakespeare.
Ellos enfrentan sentencias por delitos como homicidio, tentativa de homicidio, robo, extorsión y delitos contra la salud, entre otros. Ninguno tiene experiencia actoral. Mientras unos reconocen su carrera criminal, otros se dicen “inocentes” de lo que se les acusa.

Por primera vez, internos de uno de los 11 penales de Guanajuato presentarán esta obra que forma parte del programa oficial del Festival Internacional Cervantino (FIC) en su edición 53, que arranca este viernes. Preparar “El otro Otelo” les llevó 90 días. En su adaptación, el final no es trágico: Desdémona no es asesinada y Otelo no se suicida. Hay perdón y MILENIO estuvo en el interior del penal para documentar la escenificación.
La obra podrá verse a través de una grabación que será exhibida los días 16 y 17 de octubre en las escalinatas de la Universidad de Guanajuato.
A los 27 actores en escena se sumaron 60 internos más que ayudaron a elaborar la escenografía con materiales reciclables en los talleres del penal de León.
También fabricaron el telón y acondicionaron la cancha de basquetbol del Ceprereso, convertida en un teatro temporal para que el resto de las personas que se encuentran privadas de su libertad—mil 900 hombres— pudiera ver la obra.
Seguridad y disciplina para entrar al teatro improvisado
MILENIO tuvo acceso a uno de los días en que los internos con buena conducta pudieron disfrutar de la puesta en escena.
El acceso al Ceprereso implicó seguir un riguroso protocolo: pasar por rayos X, no ingresar celulares ni relojes y someterse a una revisión exhaustiva de los artículos personales.

Tras recorrer largos pasillos, subir y bajar escaleras y superar varios filtros de seguridad internos, se llegó a la cancha de baloncesto reconvertida en espacio teatral.
Durante una hora y 30 minutos, 150 internos vestidos con uniformes color naranja disfrutaron la obra. Entre los espectadores estaban los compañeros de celda de los actores, quienes los alentaron entre risas, aplausos y silbidos, siempre bajo la vigilancia de los guardias penitenciarios.

“Todo fue hecho por ellos”: escenario, telón y utilería
Julio César Pérez Ramírez, director general del Sistema Penitenciario de Guanajuato, explicó que toda la utilería fue realizada por los propios internos.
“Los de herrería fabricaron el escenario, ahí se sumaron los de carpintería; los de pintura participaron, hay quienes hicieron pirograbado o se sumaron en algún mural-escenografía; todo esto fue gracias a las personas privadas de la libertad”.
También fabricaron muebles, pinturas —de utilería— y pequeños detalles con creatividad y materiales reciclables.
Para el vestuario de época, la Universidad de Guanajuato prestó prendas mediante un convenio, incluido el vestido morado de Desdémona. La televisora estatal se encargó del audio e iluminación para la grabación que será proyectada en el Cervantino.
Pérez Ramírez destacó que el arte es un eje de reinserción social y, con apoyo de la Secretaría de Cultura, lograron la histórica inclusión de esta obra en el programa oficial del FIC.
Cambio de conducta detrás del escenario
El jefe de guardias del Ceprereso —cuyo nombre se reserva por seguridad— aseguró que este trabajo transformó la conducta de varios internos: “Quienes no respetaban las reglas hoy muestran un cambio positivo de conducta y buscan la reinserción”.
Agregó que le sorprendió ver que algunos se despertaban a las 5:00 de la mañana para bañarse, desayunar y estar listos para los ensayos.

El primer público de “El otro Otelo” fueron las familias de los actores, quienes en su mayoría debieron ser convencidas para asistir.
Posteriormente, la obra se presentó ante autoridades estatales, encabezadas por la gobernadora, Libia Dennise García Muñoz Ledo, lo que causó sorpresa a los internos, pues aseguran que nunca antes un gobernador había acudido al penal.
Edgar: 23 cárceles entre México y EU; ahora busca redimirse
MILENIO conversó con dos internos que cumplen sentencia por homicidio; otros dos por tentativa de homicidio y uno más por robo equiparado. Todos coinciden en que la obra cambió su vida en prisión.
Los ensayos comenzaban a las 5:00 de la mañana, incluso los fines de semana. El resultado final se grabó con la presencia de la gobernadora como invitada de honor.
El caso de Edgar es de los más impactantes: ha pisado la cárcel 17 veces y ha estado en 23 prisiones entre México y Estados Unidos. Actualmente cumple una sentencia de cuatro años en el Ceprereso de León por robo equiparado.

A dos años de salir en libertad y tras interpretar al caballero Ludovico, asegura que esta vez saldrá “para cambiar de vida y no regresar”.
“Estuve aproximadamente en 23 prisiones que recorrí y nunca vi un programa o un interés del gobierno hacia nosotros, porque nosotros somos personas que a veces para ellos no valemos la pena, que ya hemos agotado nuestros recursos de oportunidades… Yo he estado en lugares donde se supone que las circunstancias de oportunidad sean, pero no es así”, narró con tristeza.
Edgar, de 35 años, pasó por cárceles en Michoacán, Guanajuato y varios estados de Estados Unidos, donde fue detenido por robos en California, Arizona y Misisipi.
Ha pasado casi la mitad de su vida entre rejas. Su primera detención fue a los 14 años por un delito contra otro adolescente. Hoy, su hija de 15 años, que vive en Estados Unidos y no pudo asistir al estreno, es su mayor motivación para no delinquir de nuevo.
“Me acusaron de un homicidio que no cometí”
Portando un traje de época y los ojos delineados en negro, Luis, quien interpreta a Yago, afirma con voz firme y mirada llorosa: “Yo estoy aquí porque me acusaron de un delito que no cometí”.

Aunque asegura ser inocente, fue sentenciado a 20 años de prisión por homicidio, de los cuales ya cumplió dos. Confiesa que al inicio tenía “miedo escénico” y no sabía cómo enfrentarlo.
Admite que sus adicciones y malas compañías lo llevaron a estar implicado en el caso, pero sostiene que sus “amigos” fueron los verdaderos responsables del asesinato.
“Mi hija me vio actuar y lloró”
Sergio N. cumple una sentencia de cinco años por homicidio en grado de tentativa, reducida a dos por ser su primer delito. Reconoce que perteneció a un grupo delictivo.
Al pisar la cárcel pensó que su vida terminaba, pero ver a sus hijas de 18 y 21 años entre el público —una de ellas conmovida hasta las lágrimas— lo motivó a rehabilitarse.
“Mis hijas tenían tiempo que no me veían… pero cuando les dije que estaba participando en una obra me creyeron y vinieron; una de ellas cuando me vio, lloró”, recordó con voz entrecortada.
Asegura que al salir se unirá a un grupo de teatro para continuar con el arte y dejar atrás la delincuencia.

"Qué valor hacer el papel de una mujer!”
David N. cumple una sentencia de 12 años por homicidio y en menos de un año saldrá en libertad. Para interpretar a Emilia vistió un largo vestido blanco con brillos, collar, aretes y tiara.
Su mayor satisfacción fue la felicitación de su madre: “Me dijo: ‘¡Qué valor de hacer el papel de una mujer!, con las críticas y el machismo que se ven al interior de una prisión’. Las críticas, la burla… tú tienes que sobrellevarlo y enfocarte en lo importante: readaptarme”.
David asegura que su papel no tiene que ver con su orientación sexual, sino con la dedicación al personaje.

A él se suma Francisco Uriel N., quien interpretó a Bianca, con vestido negro y café, tacones de diez centímetros y labial rojo. Cumple 10 años de condena por tentativa de homicidio y está a la mitad de su sentencia.
“No es fácil ser mujer; nos quisimos meter en este papel para darle un mensaje a las mujeres… desde aquí queremos transmitir un mensaje de respeto”, comentó.

Audiciones, ensayos y tacones hechos a mano
La directora de teatro María Guadalupe Moreno, conocida como “Maestra Lupa”, explicó que primero convocaron a todos los internos a una audición y después seleccionaron a 60 participantes.
Luego se asignaron los personajes de acuerdo con el carácter, la facilidad de palabra y las aptitudes actorales.
Uno de los mayores retos fue enseñar a los hombres a representar a las protagonistas femeninas: “En la época de Shakespeare no dejaban actuar a las mujeres y los personajes femeninos los hacían hombres… fue un proceso largo, había que pulir actitudes para que interpretaran de manera apropiada”, detalló.
El personal del Ceprereso mandó hacer los tacones en la Zona Piel de León; para medir la talla, dibujaron el pie en cartón, sin posibilidad de cambios.
Los actores aprendieron a maquillarse, ponerse labial y pestañas, dejando atrás prejuicios y modificando su visión hacia las mujeres.
“Hoy somos otros y respetamos al género femenino, porque no fue fácil representarlas”, coincidieron.