El sueño de vivir para siempre ya no pertenece a la mitología, sino a los laboratorios. Científicos de universidades como Harvard y el MIT trabajan en lo que podría convertirse en el mayor avance o dilema de la historia: cómo detener o revertir el envejecimiento.
Investigaciones recientes con fármacos senolíticos (capaces de eliminar células envejecidas) y reprogramación celular (inspirada en los Factores de Yamanaka, del nobel del mismo nombre: Shinya Yamanaka) muestran que es posible rejuvenecer tejidos, restaurar memoria y alargar la vida en modelos animales.
Empresas privadas, como Altos Labs (fundada con apoyo de Jeff Bezos), Calico (de Google) y Retrobiosciences (respaldada por Sam Altman, CEO de OpenAI), apuestan por lo mismo: que la longevidad será el próximo gran mercado.
Pero detrás de esa promesa, surge una pregunta inquietante:
¿qué pasará con el sentido de la vida cuando la muerte deje de ser inevitable?
El dilema moral de vivir para siempre
Vivir más tiempo no necesariamente significa vivir mejor. Aunque la ciencia avanza, los dilemas éticos crecen igual de rápido.
Si la inmortalidad se vuelve posible, ¿será un privilegio reservado para quienes puedan pagarla?
Ya hoy existen desigualdades en esperanza de vida: en México, por ejemplo, puede variar hasta diez años entre zonas urbanas y rurales, según datos del INEGI. Si extender la vida cuesta millones, podría surgir una nueva división: la de los “eternos” y los “mortales”.
Y además está la pregunta existencial: si el ser humano deja de morir, ¿qué dará sentido a su existencia?
La muerte, aunque temida, ha sido históricamente una brújula. Le da urgencia a las decisiones, propósito a los sueños y fin a las historias. Quitarla podría alterar la estructura misma de nuestra humanidad.
La vida eterna como negocio
Las tecnologías más avanzadas no prometen inmortalidad total, sino vivir más y mejor. Sin embargo, esto podrías ser parecido a las religiones del pasado: la promesa de un paraíso… solo que ahora, dentro del cuerpo.
¿Y si la inmortalidad ya existe, pero en lo digital?
En cierto modo, ya lo somos.
Las redes sociales, los registros biométricos y la inteligencia artificial han convertido nuestra memoria en datos. Cuando morimos, nuestras fotos, mensajes y videos permanecen en línea, actuando como una versión digital de la eternidad.
La pregunta, entonces, cambia: ¿realmente queremos vivir para siempre… o solo ser recordados?
Lo que está en juego sobre la extensión de la vida
Detener la muerte podría redefinir la economía, la política, las religiones y las relaciones humanas. Pero mientras los laboratorios siguen experimentando, la vida sigue avanzando con su propio reloj.
Quizá el desafío no esté en vivir para siempre, sino en vivir mejor mientras se pueda.