Al buscar en Google “en mi matrimonio ya no hay sexo”, la plataforma arroja "resultados relacionados" que evidencian el interés por saber, entre otras cosas, las consecuencias de la falta de intimidad; las etapas sexuales en el matrimonio; cuánto tiempo puede aguantar un hombre sin relaciones, y hasta la infidelidad por falta de sexo.
Pero dar el “Sí” en el altar o firmar el acta ante el juez o mudarse juntos no debería ser el principio del fin de la sexualidad. Más bien, hay que concebirlo como un parteaguas para descubrir, explorar y aceptar otras formas de intimidad que van mucho más allá de la cama y de lo que creíamos placentero en el enamoramiento.
“El sexo es muy importante. La cuestión es que a veces tenemos una idea muy pornográfica de lo que es la intimidad sexual (...) y no comprendemos que también implica erotismo, cercanía, caricias”, explicó Adriana González Piña, sexóloga y psicoterapeuta, en entrevista con MILENIO.

El sexo sí se transforma
La eventual duda sobre si nuestra pareja “ya no quiere tener intimidad” no es una inquietud sólo de quienes contrajeron nupcias, también surge en cualquier relación de largo plazo.
Esto porque en el deseo sexual no influye el estado civil, sino factores como el tiempo, la rutina y hasta la conexión emocional. Es decir, subraya la especialista, la intimidad sí se transforma, pero no desaparece.
“Creemos que pues vamos a seguir sintiendo lo mismo que cuando estábamos enamorados y que nada más con el estímulo físico (el deseo sexual) se va activar”.

La etapa del enamoramiento— aquella que empieza tan pronto se formaliza la relación— ha sido objeto de estudio de un sinnúmero de investigaciones por la reacción que tiene el cerebro humano.
Estudios bioquímicos han demostrado que durante esta fase se liberan altos niveles de dopamina y oxitocina; lo cual, entre otros efectos, inhibe la capacidad de juicio. Por ende, las personas son más abiertas a experimentar, autoconocerse y dejar de lado miedos y tabús.
“El cerebro funciona como un cerebro adicto: mucha dopamina, recompensa, queremos la novedad y estar en contacto todo el tiempo con la otra persona. Y la estimulación sexual lo retroalimenta”, explicó Adriana.
De ahí que, después de meses o años en relación, las parejas o matrimonios perciben una disminución importante de encuentros sexuales y, por ende, una de las partes se sienta “no deseada”. Sin embargo, la realidad es que los niveles de dopamina experimentados durante el enamoramiento se equilibraron y, ahora, la relación requiere de mucha más nutrición emocional.
“El sistema de dopamina se va estabilizando y hace que haya mayor intimidad emocional, mientras la ‘novedad relacional’ ya no es tan nueva y se vuelve parte de lo habitual”.

Conversar desde la vulnerabilidad y no desde el reproche
Durante el enamoramiento, los defectos de la persona se dejan a un lado y se le llega a idealizar. Pero conforme la relación avanza, esas “imperfecciones” se vuelven cada vez más evidentes, llegando a generar molestias que, si no se abordan, pueden dañar la relación o generar distanciamiento.
Aunque la solución pareciera ignorarlos y llevar la fiesta en paz, la verdadera clave es plantear las inconformidades, dialogar y buscar alternativas. Lo que González Piña señaló como parte de la nutrición emocional:
“Estar constantemente presente a las necesidades que uno tiene y que tiene la pareja. Y el poder expresarlo desde la vulnerabilidad y no desde el reproche, exigencia o la queja. (...) La nutrición emocional es ‘necesito eso’ y poder decirlo de forma directa para ver cómo podemos cubrirlo como equipo”.
Y no es que la nutrición emocional no existiera en la etapa del enamoramiento. Más bien, explica la sexóloga, sí se hace presente pero para complacer las necesidades de la otra persona antes que las propias. Entonces, cuando la dopamina se estabiliza se empieza a ver por uno mismo.
“Por eso es importante expresar, por ejemplo, ‘necesito más tiempo de calidad’, ‘necesito más caricias’ o ‘necesito contacto físico’. Pero son cosas que no se expresan de esa manera, entonces se quedan desnutridas y eso empieza a disminuir la calidad de relación y el deseo sexual también”.
¿Qué hacer si ya no hay intimidad en mi matrimonio?
Inicialmente, entender que el sexo no es lo más importante de una relación, sino que forma parte de un cúmulo de elementos igual de trascendentes, tales como: el interés por la otra persona, demostraciones de afecto y otros lenguajes de amor.
Segundo, es vital asimilar que el deseo sexual no será igual que en la etapa del enamoramiento y puede actualizarse por factores psicológicos, hormonales o relacionales: “No es un interruptor que sólo depende de si me tocan o no. Es algo que se tiene que ir cultivando y construyendo”.
De hecho, la propia sexualidad no sólo implica la penetración y eyaculación, también lo erótico: las caricias, los juegos, el tiempo compartido, la validación emocional, la mirada, la excitación, etcétera. Y todo ello puede formar parte de esa “reconfiguración” que debe ocurrir tras contraer nupcias o varios años de relación.
“Quizás dormir desnudos, abrazados o con ciertas caricias en un día que fue súper agotador o bañarse juntos. Ese tipo de erotismo que puede seguir manteniéndose vivo se tiene que ir adaptando a medida de lo que se necesita en el momento. (...) Hay que cultivar la intimidad más allá del sexo”.
Ignorar esto— y pensar que todo seguirá igual— puede llevar a la pareja a una insatisfacción sexual que, a su vez, genera un círculo vicioso que poco a poco quiebra la relación: hay incomodidades, se ignora o se habla con reproches de por medio, se evitan el uno al otro e, incluso, llegan a la infidelidad.
¿Cómo hablarlo con mi pareja?

No es necesario llegar al consultorio de un o una sexóloga para abrir la conversación. Sin embargo, Adriana González recomienda hacerlo en el momento y espacio adecuado, además de evitar abordar a la persona preguntándole de primera instancia “¿Por qué ya no quieres tener sexo?”.
De igual manera, la especialista sugiere olvidarse del “tú”: partir de los sentimientos propios y no de las acciones de la otra persona. Por ejemplo, sustituir el “Tú no me escuchas” por “Me siento sola cuando intento hablar contigo” o el “Tú nunca quieres tener sexo” por “Extraño mucho el contacto físico”.
También hay que validar los sentimientos de la otra persona: “Si varias veces me han dicho que está cansada o cansado, o que tiene mucho estrés, (decir): ‘Sé que tú también estás cansado, que estás haciendo de tu parte’”. Y por qué no, hasta proponer soluciones: “Me gustaría que pudiéramos abrazarnos más por la mañana”.
Al final, una gran parte de los problemas de deseo sexual en matrimonios viene de la falta de comunicación. Sin embargo, dialogar para llegar a acuerdos debe ser un elemento no sólo cuando “falta el sexo”, sino desde el momento en que deciden compartir la vida.
ASG