En la memoria de las montañas de Oaxaca está grabado el profundo respeto que inspira el dios dorado. El recuerdo conservado por las comunidades originarias desde tiempos prehispánicos hoy impulsa una escuela para grandes felinos y un laboratorio en donde se resguarda la historia contenida en sus genes, ambos, proyectos encabezados por la Fundación Jaguares en la Selva.
La labor de la organización comenzó hace más de una década con el objetivo de rescatar, reintroducir y liberar jaguares al medio silvestre y conecta a una antigua leyenda originada en lo profundo de las selvas oaxaqueñas con el nacimiento de Yazu, la primera cría que alimentará un banco genético en el Santuario del Jaguar Yaguar Xoo avivando así la esperanza de recuperar el resplandor de Panthera onca mexicana, que desde hace años se encuentra bajo la amenaza de cazadores furtivos y la pérdida de su hábitat.
Abuelo jaguar, el que iluminó el camino
“Fuimos en busca de ese jaguar que había capturado la comunidad de Asunción Lachixila (Oaxaca) Había matado becerros, gallinas y chivos. Entonces, me tocó justo ir a ese rescate”, recuerda Víctor Rosas Vigil, fundador y director de la organización de Jaguares de la Selva durante una entrevista con MILENIO.
La historia se remonta al año 2004, eran cerca de las 9:30 de la noche y Melquiades, junto con su hermano Artemio, vieron al animal. Su pueblo llevaba semanas buscando al responsable de la desaparición de chivos, becerros y perros. Después de la muerte de 40 cabezas de ganado, la asamblea decidió el destino del jaguar: había que matarlo.
Los mejores cazadores de la comunidad recibieron instrucciones: colocar una cama de carrizo con una soga y un chivo debajo, una vez en posición seguía el disparo. Cuando tenían al animal con la mira puesta, el viento a favor y la luna llena en lo alto, el jaguar se iluminó.
El animal brillaba de la punta de su nariz a la punta de su cola, sus manchas relucían como el agua en medio del monte. Aterrados y confundidos, Artemio y Melquiades abandonaron sus armas y huyeron de ahí.
Cuando bajaron a compartir lo sucedido con el consejo de ancianos concluyeron que se trataba de un mensaje. No podían matarlo. “Si la tierra lo hace, es por que la tierra así lo quiere”, dijeron. Finalmente, el 17 de octubre de ese año optaron por su captura.
Un grupo de especialistas convenció a la comunidad de entregar al ejemplar para llevarlo a un santuario. Víctor fue uno de los personajes que acudió a la firma del acta de asamblea donde ambientalistas y autoridades de la Procuraduría Federal de Protección Ambiental (PROFEPA) se comprometían a cumplir con los requisitos y recursos solicitados.
En ese entonces los artistas Francisco Verástegui y Francisco Toledo ofrecieron sus cuadros para juntar el dinero que pedía la comunidad. Lo obtenido incluso alcanzó para filmar un documental que narra esta misma historia.
El evento marcó también el inicio de la Alianza Nacional para la Conservación del Jaguar, la apertura del primer seguro ganadero a nivel nacional y significó la evolución del Santuario del Jaguar Yaguar Xoo, que pasó de ser un parque temático a un centro de conservación. El capítulo parecía haber concluido, o al menos así fue hasta marzo de 2005.
“Ocurrió algo interesante. Uno de los miembros del consejo comenzó a enfermar. Entonces fue hasta donde estábamos nosotros y me dijo 'Oye, necesito hablar con el jaguar por qué se comió mi alma'. Lo pusimos frente al jaguar y el animal empezó a platicar con él. Entonces el señor dijo, 'Esté jaguar no puede estar aquí. Tiene que regresar a la selva, porque es el hombre nagual que fundó y pintó los cuatro puntos cardinales del pueblo”.
Fue así como el equipo se dio a la tarea de crear el primer protocolo de liberación. Al tratarse de un asunto serio, el maestro Toledo mandó una carta a Vicente Fox, entonces presidente de México, para pedir por la liberación del felino. En cuestión de minutos la orden estaba lista.
“Se hizo una ceremonia chamánica en la que se le pidió al jaguar protección y cuidado de sus cosechas y de los niños del pueblo. Regresó con un collar de monitoreo del Instituto Politécnico Nacional por 6 meses. Así se liberó”, cuenta Víctor.
Rescatar al jaguar en Oaxaca
Se calcula que a principios del siglo XX más de 40 mil jaguares recorrían tierras mexicanas. Para 2010 los censos estimaban la existencia de apenas 3 mil 800 individuos. Si bien las labores conjuntas de conservación han permitido que para 2024 la cifra ascendiera a 5 mil 400 ejemplares en vida silvestre, Víctor reitera que aún hace falta un largo camino, el cual está enfocado en tres ejes.
El primero se centra en el espacio: los jaguares se mueven a lo largo de grandes distancias. Hay registro de su presencia en Oaxaca, Chiapas, Campeche, Yucatán, Tamaulipas, Guerrero, Hidalgo, Sonora, Nuevo León…
Por ello, y como parte de la colaboración con la Alianza Nacional para la Conservación del Jaguar, la fundación dirigida por Víctor está enfocada en la protección de corredores biológicos, áreas naturales protegidas y áreas destinadas voluntariamente a la conservación.
“Por ejemplo en Oaxaca son casi más de 1 millón de hectáreas cedidas voluntariamente por las comunidades”, comenta.
El segundo eje dentro de la Alianza Nacional es la estimación de la población a nivel nacional. El tercer pilar, y en el cual el Santuario se especializa, es la estrategia para la población felina en cautiverio. De hecho, uno de sus proyectos estrella es una suerte de escuela donde los grandes felinos aprenden a vivir en vida silvestre.
En 2016 dos hembras jaguar de 15 días de nacidas en Calakmul, Campeche llegaron a la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP).
“Esos jaguares fueron extraídos de su hábitat y estuvieron bajo control humano. Ahí perdieron las posibilidades de volver”. Por ello, el Santuario se dispuso a cambiar su destino: ambas entraron a un programa de asilvestramiento con instalaciones especialmente enfocadas en su preparación para la vida en la selva.
“Fue muy costoso. Nos tardamos cuatro años en entrenarlas para que al final pudieran regresar al lugar de donde fueron sustraídas. En este caso fue la parte norte de la Península de Yucatán. Lo logramos con éxito porque ambas lograron establecer sus territorios”.
Desde entonces, el santuario sigue recibiendo a jaguares y otras especies de grandes felinos con el objetivo de que se adapten al estado en el que vivirían en la naturaleza, aunque esto no quiere decir necesariamente que todos pueden volver a ella.
Los árboles genealógicos del jaguar
Una clave para determinar el retorno de un jaguar a su hábitat es que de verdad pertenezca a él. Dado que los rescates pueden provenir de diferentes lugares: tráfico ilegal, zoológicos o criaderos, los felinos pueden poseer características no aptas para el ecosistema, muchas de ellas determinadas por sus genes.
Por ello es clave la labor de las doctoras Cecilia Alfonso Corrado y Pilar Rueda Zozaya así como del médico veterinario Fernando Cortés, quienes han unido esfuerzos para conocer los árboles genealógicos de cada espécimen y nutrir el banco genético que hoy cuenta con cerca de 80 muestras.
La información en el ADN se ha convertido en una llave para la conservación debido a sus múltiples posibilidades. Bajo ciertas condiciones el material biológico puede ser preservado durante años, además se recupera tanto de especímenes vivos como de aquellos que ya fallecieron, incluso si eso fue hace muchos años (con muestras paleontológicas bien conservadas).
“Este banco genético se puede formar, ya sea con sangre (cuando tenemos acceso a individuos), ya sea de zoológicos o de vida libre o bien de museos donde luego hay pieles, huesos, tejidos de donde se pueden obtener muestras de ADN”, comparte la Dra. Pilar, bióloga egresada de la Facultad de Ciencias y colaboradora de Jaguares en la Selva que brindó una entrevista a MILENIO.
Según la especialista, el ADN puede ser “muy chismoso”: analizándolo es posible averiguar si el animal tiene mayor riesgo de padecer alguna enfermedad, su sexo, edad, la localidad de la que provienen e incluso quienes son sus parientes.
“Si tienes muestra de jaguares que son de vida libre y sabes exactamente de qué comunidad fueron tomadas entonces se hace un proceso llamado genotipificación del ADN, es como si te diera una especie de chismógrafo, un catálogo de información”, explica la especialista.
El conjunto de genes alimenta una base de datos que facilita identificar a otros ejemplares cuyas historias resultan un enigma.
“Aquí viene el poder de las matemáticas y la estadística. El que no sepas algunas cosas no quiere decir que no las puedas inferir. Si tu tomas los genotipos del jaguar misterioso y los comparas con todos los datos identificados, comienzas a ver similitudes”
Los programas utilizados permiten detectar si un genotipo es afín a la península de Yucatán o si el jaguar comparte el mismo padre con otros ejemplares, algo recurrente en aquellos que viven en cautiverio.
“De pronto en los zoológicos o colecciones privadas llega a haber algún intercambio de ejemplares. Si se rastrea un poco, resulta que vienen del mismo criadero entonces puedes ver cierto parentesco”
Desde 1930 empezaron a llegar los primeros jaguares a los zoológicos y circos de México. La mayoría venían de Brasil y otras regiones de Sudamérica. Los jaguares brasileños son mucho más grandes que los mexicanos, el primero puede pesar hasta 150 kg en vida silvestre, los segundos rondan entre los 50 y 80 kilogramos.
Esto influye mucho en el por qué sus descendientes no pueden ser liberados. Ni ellos ni sus genes están adaptados a las condiciones, de hecho, podría derivar en alteraciones genéticas que atentan contra su bienestar y el ecosistema. Por otro lado, aún cuando los ejemplares fueran mexicanos, no quiere decir que todos serían candidatos para el protocolo de liberación.
“Si no hacemos un estudio y liberamos a un jaguar originario de la península de Yucatán en Sonora tendría muchas implicaciones. Para empezar, los de esa región tienen sus genotipos adaptados para las condiciones selváticas, con ciertas temperaturas, ciertos tipos de especies presa, algunas enfermedades y tendencias, mientras que en el norte son zonas desérticas, semiáridas, secas, la amplitud del rango de especies es mucho más limitada”, explica la bióloga.
El nacimiento de Yazu
El trabajo conjunto de especialistas ha hecho posible el nacimiento de Yazu, hija de dos jaguares rescatados que no pudieron ser liberados debido a las complicadas condiciones a las que se enfrentó el santuario durante la pandemia por Covid-19 en 2020.
Después de dos años de intentar un acoplamiento, este 2025 ambos ejemplares originarios de la Península de Yucatán se convirtieron en padres. Se espera que próximamente, madre e hija puedan ser transferidas a la hectárea que conforma el simulador de vida silvestre. Aunque no se prevé una liberación, este lugar será en donde la pequeña Yazu aprenderá todo lo que tiene que saber un jaguar.
“Estamos buscando tener una reserva o un banco de genético de animales viables, para que en 50-100 años tengamos una población de jaguares que tengan la genética mexicana, con la adaptabilidad en su genotipo. Así, si México tiene necesidad de echar mano para reforzar alguna población que se vea afectada por alguna plaga, alguna enfermedad, tendrá una opción sana y viable para el país”, comparte Víctor.
El ADN nutre la memoria sobre el paso del jaguar en el territorio al tiempo que brinda herramientas que incluso podrían aplicarse en el rastreo del tráfico de animales. Si bien podría evitar el destino al que el humano ha orillado a cientos de especies, tanto el director de Jaguares de la Selva, como la Dra. Pilar, alertan que el mayor desafío está en la protección del hábitat. Al final, las muestras no sirven de mucho si los jaguares no pueden volver a la tierra a la que pertenecen.
LHM