Cultura

'Wanted'

Diosdado Cabello y Maduro, siempre con porte fanfarrón. Reuters
Diosdado Cabello y Maduro, siempre con porte fanfarrón. Reuters

Hay, de un lado, 50 millones de dólares en espera de quien ose entregar a Nicolás Maduro a las autoridades en Estados Unidos. Del otro lado opera una legión de agentes cubanos que lo cuidan como a su propia madre. Súbditos de un estado policiaco que con seguridad tiene a cada uno de ellos pescado del cogote, de manera que todos esos dólares no sean suficientes para justificar un cambio de bando, Maduro los prefiere a los venezolanos —tanto que últimamente los ha multiplicado— confiando en que no sólo cuidan sus espaldas, sino que encima se vigilan entre ellos y hasta a su triste sombra miran con suspicacia.

No miente la aritmética: si para sus perseguidores el dictador vale por 70 Rolls-Royce de los caros, entre sus protectores se cotiza muy por encima de eso. No cabe, en cualquier caso, la confianza ciega ni la tranquilidad para un hombre que, como decía Hugo Chávez, ya no se pertenece, no tanto porque sea paladín de una causa sino porque es al mismo tiempo blanco de unos y rehén de los otros. Su margen de maniobra es tan estrecho que, aun con la bandera cubriéndole el pecho, ha de vivir saltando entre sus numerosos escondites.

Se cuenta que Maduro cambia todos los días de alcoba y de teléfono. Solamente su equipo de seguridad sabe hacia dónde irá en las próximas horas, y si acaso aparece en un evento público tendrá que ser a modo de sorpresa. En tales ocasiones se le mira bailar ante la multitud con la campechanía de quien nada teme, un alarde tan poco verosímil como la virulencia de sus soflamas. Al igual que otros sátrapas acobardados, el sucesor de Chávez lanza al aire bravatas a manera de fuegos de artificio, en el nombre de una soberanía que ostenta la etiqueta del régimen cubano. Nada que oculte, al fin, el delirio obsesivo de aquellos forajidos cuya cabeza tiene un precio fijo.

No es una historia de buenos y malos. Igual que en las películas de Sergio Leone, donde el villano ríe cuando mata y el héroe cobra por asesinar, lo que menos preocupa a sus protagonistas es la justicia o el bien de los débiles. Más solo que un bandido abandonado, y no obstante rodeado de secuaces cuya lealtad no puede confirmar, el mandamás de los venezolanos es presa recurrente de una paranoia contra la cual no existen precauciones que alcancen ni jactancias siquiera verosímiles. Ya sea que se engalle o que se esconda, Nicolás siente miedo y a leguas se le nota. Por algo tiene el dedo en el gatillo.

Pocos son los aliados que le quedan, y por lo visto cada día menos. La amistad de Maduro es hoy en día un fardo con el que nadie quisiera cargar, como no sean los cómplices y valedores que muy probablemente caerían junto a él. Por Diosdado Cabello se ofrecen 25 millones de dólares, por Vladimir Padrino una decena, pero al cabo son tantos los embarrados que no les queda más que solaparse, como buenos esbirros en apuros. Deben de estar dispuestos a perpetrar cualquier atrocidad antes que ir por la vida que les quede luciendo un overol anaranjado.

Según el reportaje del New York Times que recién ventilara la fragilidad de Nicolás Maduro y su camarilla, impera en lo que fueron sus dominios “un clima de tensión y preocupación” que se diría directamente proporcional al porte fanfarrón que exhiben ante cámaras y micrófonos, seguros de un apoyo popular que existe con trabajos en sus desvaríos. Hay un derrumbe sordo, y al cabo estrepitoso, en la cabeza de quien día a día se mira despojado de un poder que creía inagotable. Lo niega, por supuesto, con la vehemencia propia de los acorralados, cual si cambiar de cama le devolviera el sueño y no olisqueara rastros de traición aun entre sus incondicionales: todos ellos ya al tanto del trecho pequeñito que separa al gigante del guiñapo. 


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Xavier Velasco
  • Xavier Velasco
  • Narrador, cronista, ensayista y guionista. Realizó estudios de Literatura y de Ciencias Políticas, en la Universidad Iberoamericana. Premio Alfaguara de Novela 2003 por Diablo guardián. / Escribe todos los sábados su columna Pronóstico del Clímax.
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