La primera elección judicial de nuestra historia fue desairada por millones de ciudadanos.
No es mentira, tampoco una sorpresa o gran hallazgo, puesto que el pronóstico no era otro.
La media nacional, hasta ayer, no superaba el 13 por ciento de los votos emitidos, y para colmo en Nuevo León, hasta anoche los conteos arrojaban el 10 por ciento del padrón.
Pese a todo esto, hay voces que insisten en que el balance es positivo, por el hecho de que México se convirtió en el primer país en elegir democráticamente a jueces, magistrados y ministros del Poder Judicial.
Ayer platiqué en MILENIO Televisión con Epigmenio Ibarra, también colaborador de esta casa editorial, quien sostuvo que como un ciudadano de 73 años ve este proceso como una “hazaña” y un “ejemplo para el mundo”.
Asegura que la democracia “se aprende, se lucha por ella, se construye” y éste fue apenas un primer paso en ese camino.
Al igual que él, abundaron desde el mismo domingo las voces entusiastas que contrastan con los opositores, quienes ponen en duda la legitimidad de unos comicios, en su juicio, plagados de errores, y con inclinación a abrir el camino a un Poder Judicial a modo.
¿Entonces por qué no votaron los ciudadanos que conformaron el otro 87 por ciento?
Es cierto que históricamente las elecciones intermedias o consultas no presidenciales suelen tener menor participación, y que este proceso enfrentó además una campaña negativa por personajes con voz pública, algunos con prestigio y otros no tanto.
Así, hay maneras de hablar del éxito o fracaso de la jornada, y todo se centra en la interpretación de las cifras: mientras algunos consideran que 13 millones de votantes son insuficientes para una elección de tal trascendencia, otros lo ven como un primer paso positivo en un proceso de aprendizaje democrático que irá creciendo con el tiempo.
Lo deseable es que esta elección marque el inicio de un nuevo derecho constitucional que los mexicanos aprendamos a ejercer y pronto.
Que siente un precedente para futuras consultas relacionadas con el Poder Judicial.
Mención aparte merecen los miles de ciudadanos que dijeron sí, a participar como funcionarios de casilla. Ellos dejaron atrás toda polémica y críticas, para dar un auténtico ejemplo de civilidad y compromiso.
Lo demás es cuestión de enfoques y política, pura política.