Nuevo León sigue respirando mal y no es metáfora.
Pese a algunos esfuerzos aislados, la calidad del aire en la Zona Metropolitana sigue siendo un problema estructural, persistente y, sobre todo, mal atendido.
La Profepa anunció la semana pasada la creación del Centro Regional de Prevención y Calidad Ambiental. Capacitación, y con ello mejores prácticas y auditorías voluntarias.
Todo suena bien y suena correcto. El problema es que Monterrey no necesita solo manuales, necesita resultados y rápido.
La titular de la Profepa, Mariana Boy, lo reconoció en entrevista para el programa Cambios: “Nuevo León es una zona crítica, prioritaria y bajo vigilancia permanente”.
Habló de inspecciones, de procedimientos abiertos y de la intención de que las sanciones ya no se queden solo en multas, sino que obliguen a la reparación del daño.
El diagnóstico está claro.
La autoridad federal reconoce lo evidente: alta concentración industrial, consumo excesivo de energía, emisiones constantes, descargas y residuos peligrosos.
Se habla de dos ejes: inspección y prevención. El primero sanciona, el segundo invita. El discurso apuesta fuerte a la prevención, a que las empresas se sumen “voluntariamente”.
Todo eso urge porque llevamos años confiando en la buena voluntad que luego en el pasado se convertía en olvido, mientras los índices de contaminación siguen disparados y los días con mala calidad del aire ya son parte de nuestro calendario.
Casos como Ternium y Zinc Nacional están abiertos, en proceso, con estudios, caracterizaciones y promesas de reparación del daño.
Increíblemente la ley concede hasta cinco años para resolver. Un lustro es una barbaridad en una ciudad que no puede darse el lujo de esperar. La salud pública no opera con plazos administrativos.
Mientras las autoridades están estudiando el problema e incluso preparando ese nuevo inventario de emisiones, se contabilizan más de 200 días con aire malo o muy malo en lo que va de 2025.
El aire no distingue entre programas federales, mesas técnicas o exhortos legislativos. O se toman decisiones firmes, medibles y públicas, o Nuevo León seguirá atrapado en el mismo ciclo: anunciar, justificar y respirar peor.
Lo deseable es que todos, incluidos los ciudadanos por supuesto, nos pongamos a trabajar.
Será difícil, pero valdrá la pena.
