Al inicio de la pandemia Hugo López Gatell, Subsecretario de Prevención y Promoción de la Salud y encargado de los esfuerzos de México frente al COVID-19, cautivó al país, incluso hubo encuestas que lo colocaron como un posible candidato a la Presidencia, se le percibía como un funcionario serio, con capacidad técnica y que generaba confianza.
Pero esa primera imagen de fortaleza se fue minando a través del tiempo, primero porque los resultados en el manejo de la pandemia no han sido los mejores, nunca hubo una estrategia de identificación y seguimiento de personas contagiadas, para evitar que la enfermedad se extendiera.
Los propios contagios oficiales se ubican en más de 2 millones 2 mil personas, aunque la cifra negra es significativamente mayor y tenemos al menos 200 mil personas que han perdido la vida por la enfermedad.
Otro aspecto que no ha favorecido a su imagen, fue primero su reticencia al uso de elementos de protección como cubrebocas, incluso cuando la comunidad científica realizó llamados para su uso general y después se le vio vacacionando en plena pandemia, así como paseando sin cubrebocas por un parque en la Ciudad de México, cuando todavía tenía carga viral, transmitiendo una imagen de irresponsabilidad.
Pero quizá lo que más lo ha golpeado, es que poco a poco fue dejando a un lado los argumentos científicos y técnicos, para entrar en el terreno del juego político, desacreditando dudas legítimas por parte de la prensa y la ciudadanía, calificándolas de simples golpes de la oposición.
En el balance, la figura de Hugo López Gatell quedará en la historia como una estrella fugaz, que presumiblemente ha llegado al punto más alto de su carrera y que los errores que por semanas y meses se trataron de ocultar, terminaron por arrollarlo como una especie de bola de nieve de realidad.
Incluso cabe la posibilidad de que para salvar la cara por el mal manejo de la pandemia, el Gobierno opte por sacrificarlo como chivo expiatorio.
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