La crisis sanitaria ha puesto de cabeza al mundo en muchos aspectos.
Se ha colapsado el sistema de salud aún en países del primer mundo; sectores económicos aparentemente consolidados como el automotriz, el turismo o el transporte, han visto que sus beneficios se diluyen como agua en sus manos; en el aspecto político, se evidencia la falta de consensos entre el mismo gobierno, y de éste con el sector productivo y la sociedad civil; los organismos internacionales parecen paralizados e impotentes para dar una respuesta eficaz y eficiente al mundo.
Temo que ni siquiera hemos terminado de dimensionar el impacto de esta situación en el corto, mediano y largo plazos.
El cuarto Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU es la Educación de Calidad, pues es impostergable garantizar su acceso a todos los niños y niñas del planeta.
Sus reportes informan el progreso logrado en esa materia a partir del año 2000.
Sin embargo, me parece que la realidad que hoy vivimos pone en duda si la educación puede considerarse un derecho humano, pues han sido más que evidentes los grandes desafíos educativos que enfrentan las naciones para continuar con la formación de niños, jóvenes y adultos.
¿Cuál es el motivo? La respuesta es simple: la brecha digital de las regiones menos desarrolladas ha quedado expuesta y esto elucida que el avance tecnológico de los países no asegura el derecho a la educación.
El sistema educativo nacional está en jaque, pues la problemática actual atrapó a las instituciones educativas, las paralizó debido a varios motivos: la mayoría de los docentes aún no tienen desarrolladas las competencias digitales necesarias para diseñar, desarrollar y evaluar un programa a distancia; los estudiantes están acostumbrados a utilizar el internet con fines de entretenimiento, no como un medio para su aprendizaje; las escuelas no cuentan con la infraestructura tecnológica suficiente y actualizada para sostener plataformas educativas que faciliten la enseñanza y el aprendizaje; por último, y quizás esto sea lo más preocupante, según el INEGI, en 2019 en las zonas urbanas el 73.1% de la población era usuaria de internet, mientras que en el área rural, sólo el 40.6%. Este último dato pone de manifiesto las brechas regionales en cuestión de acceso a internet que afectará el acceso a la educación digital, la solución del sector para hacer frente a la contingencia.
Otro asunto importante es que el teléfono móvil es el dispositivo más utilizado por los mexicanos para navegar por la web, pero no es el instrumento más adecuado para tomar una clase.
Y si fuera el caso de que en casa hay una computadora, cada uno de los estudiantes requerirá su propio medio para no atrasarse en su formación, sin olvidar que se requiere de un prestador de servicio tecnológico con una banda ancha suficientemente amplia para no tener problemas de conexión y rapidez suficiente para la transferencia de información.
Esta breve información dimensiona el tamaño del problema que México enfrenta.
No será posible garantizar el derecho a la educación a los estudiantes inscritos en el sistema escolar presente (o futuro), si no se hacen esfuerzos extraordinarios tanto por la educación pública como por la privada para salvar lo mejor posible el año escolar.
La educación de calidad es, por esto, una gran utopía.