La relación entre la ciencia y la política es compleja. Así lo comenta Todd Newman, académico de la Universidad de Wisconsin, Estados Unidos, al especificar que en ocasiones es complicado separar a la ciencia de la política, debido a que el conocimiento científico forma parte de los intereses de varios actores sociales e instituciones.
De hecho, este autor plantea que la ciencia en sí se ha convertido en una marca política para los candidatos e incluso los partidos políticos.
Casos como el cambio climático, la aplicación de tecnologías verdes, el empleo de transgénicos, la prohibición de fertilizantes químicos, el presupuesto que se asigna a ciencia y tecnología y más recientemente la presencia de representantes de la salud durante la pandemia originada por el covid-19 han dado la pauta para para considerar a la ciencia como un diferenciador en el contexto político.
En las campañas actuales hemos sido testigos de la forma en que la ciencia se ha politizado.
Sin nombrar un candidato en particular, la ciencia ha estado presente en discursos que han especificado que se hará un alto a la persecución a la ciencia y tecnología, sobre todo con relación a los cambios en la Comisión Nacional para el Conocimiento y Uso de la Biodiversidad (Conabio).
Por otro lado, se ha comentado la propuesta de apoyo económico para la formación profesional de jóvenes que busquen adentrarse en las disciplinas de ciencia, tecnología, ingería y matemáticas.
Incluso hemos visto como científicos como Rodolfo Neri Vela, primer astronauta mexicano en viajar al espacio, ha expresado su apoyo hacia uno de los actores de la contienda electoral para la Presidencia de la República.
En materia hídrica también han existido propuestas respecto a reforzar la legislación sobre el uso y gestión del agua, así como la promesa de regulaciones más estrictas para la protección de cuerpos de agua y ecosistemas acuáticos, además de la creación de un Plan Nacional de Emergencia, entre otros.
Tal y como lo menciona Todd Newman, la ciencia al parecer está presente en las campañas electorales que hoy día presenciamos los ciudadanos. No obstante, el cuestionamiento debería ir dirigido a si estas propuestas en realidad son conocidas y de interés para los futuros votantes.
Sin dejar de lado la importancia que podrían tener, las propuestas que se promueven en los discursos carecen de fuentes científicas, instituciones o líderes científicos que podrían aportar credibilidad. Igualmente, falta conocer cuáles son las necesidades científicas de la población en México. Los candidatos podrían preguntar a actores de la cuatro hélice, tales como la sociedad, las universidades y las empresas, ¿qué otras propuestas son necesarias para incrementar las vocaciones científicas, desarrollar tecnología propia y hacer llegar el conocimiento científico a la ciudadanía?
Y retomando nuevamente el planteamiento de Newman ¿es posible considerar que los candidatos consideren a la ciencia como una marca que provee valor simbólico e impacto en las decisiones del voto? La respuesta posiblemente sea negativa. Y desde luego esto es una oportunidad para lograr que la ciencia, más que ser un tema obligatorio y muy poco nombrado, se convierta en un lema, un discurso, un eslogan que logre diferenciar, a la vez de posicionar al conocimiento científico en la mente del electorado. ¿Por qué no dejar las fórmulas que se han utilizado por años? ¿Por qué no considerar a la ciencia como un eje que mueva la agenda mediática, la opinión pública? Las preguntas están en el aire y las expectativas latentes hasta el cierre de las campañas.
Lourdes Mateos Espejel