Sí hipotéticamente todas las doctoras miembros del SNI (Sistema Nacional de Investigadores) nos juntáramos y decidiéramos ir al estadio Azteca, únicamente seríamos capaces de llenar el 15 por ciento de ese recinto; lo que implica que quizá tengamos que ensanchar el porcentaje de mujeres dedicadas a la investigación para tener más presencia e impacto en nuestro país.
Actualmente el SNI enlista a 35 mil 178 investigadores, dónde el 38 por ciento somos doctoras mientras que el 62% son doctores. Cuando desgranamos los datos por área del conocimiento, nos damos cuenta de las brechas existentes. Por ejemplo, en las áreas de Físico-Matemáticas e Ingenierías, el número de investigadores supera por mucho la cantidad de investigadoras. En el área de Ciencias Sociales la brecha es menos marcada, pero aún existente, lo mismo que en el área de Biología y Química, Biotecnología y Ciencias Agropecuarias. Si miramos hacia adentro de las entidades federativas, todas ellas albergan más SNI’s hombres que mujeres.
Persuadir a más mujeres y hombres hacia la ciencia y la investigación es una tarea pendiente y permanente, no sólo para nutrir las estadísticas actuales sino sobre todo para impulsar, en este caso desde la trinchera académica, una economía del conocimiento.
Según Warhurst (2008), la economía del conocimiento se fundamenta en las ideas y la creatividad. Se vale decir entonces que los cerebros reemplazan a los músculos y el capital humano se vuelve un factor fundamental. Para promover la economía basada en el conocimiento no solamente se requiere la existencia de instituciones, pero es igualmente necesario que estas instituciones deban ser fuertes y tengan credibilidad, así como también dar estabilidad (Schilirò, 2012). La institución núcleo por excelencia es la familia, por lo tanto, este segmento también tendría la encomienda de promover las actividades que directa o indirectamente están relacionadas con la economía del conocimiento, como lo son: el interés por la ciencia, considerar la educación como un pasaporte al progreso, que las niñas puedan soñar y optar por ser ingenieras/científicas/tecnólogas, el aprovechamiento de oportunidades (para emprender, para estudiar o simplemente mantenerse informados). El rol de la familia juega un papel que difícilmente puede ser medido, pero que genera cambios invaluables en la sociedad y en la economía. Las familias de hoy impulsan los oficios del mañana. El oficio de investigar es noble porque una de sus tareas primordiales es la formación de recursos humanos. Los investigadores de hoy formamos a los investigadores del mañana. La responsabilidad sin duda es heredar a nuestros recursos humanos el “know-how” para que ellos sepan desenvolverse en esta cancha y que fundamentalmente, le tengan amor al oficio. En este sentido, la labor del investigador es ilusionante porque se trabaja con la esperanza de que “el alumno supere al maestro”. Que los investigadores del futuro, no sólo sean más, sino que sean mejores. La vinculación, la divulgación, el trabajo de escritorio y de campo, son claramente las actividades cotidianas que tiene este oficio. En este sentido, la labor del investigador es innegablemente emocionante porque estamos siempre en permanente aprendizaje. Aprendemos de nuestras redes, aprendemos al divulgar porque “enseñar es aprender dos veces” y aprendemos al investigar que trate de jalar el futuro al presente, y que encuentre respuestas que sean útiles para algún sector de la sociedad.
Carla C. Pérez
Doctora en Ciencias Económico-Administrativas