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De antioxidantes, radicales libres y otros demonios

Hablar de antioxidantes en estos tiempos es muy fácil, simplemente vaya al supermercado acérquese a los frutos rojos y comience diciendo: “¡Que buenos son los antioxidantes!” Y seguramente a la brevedad tendrá la mejor respuesta posible:” Es verdad, ¡Son estupendos!”

Pensar que en la década de los 50 fue la panacea, gracias a Linus Pauling, quien al añadir a su jugo de naranja vitamina C se dio cuenta que mejoraba su estado de salud. Y precisamente en 1954, obtuvo el Premio Nobel de Química. Ese mismo año, Rebeca Gerschman, identificó unas moléculas altamente reactivas e inestables llamadas radicales libres (RL). Gerschman propuso que esas moléculas generaban daño oxidativo (DO) a nuestras biomoléculas y, por ende, eran causantes del envejecimiento.

Pero ¿Qué son los radicales libres? ¿Son tan malos como los pintan? Para contestar estas preguntas debemos recordar la definición que aprendimos en el colegio; los RL son especies altamente reactivas, con un electrón desapareado con tendencia a aparearse.

Estos se generan en el metabolismo aeróbico, en nuestra maquinaria favorita de ATP, la mitocondria. En su membrana interna, acompañando a un proceso de oxido-reducción, sucede el transporte de electrones a través de los cuatro complejos de la cadena respiratoria. Algunas veces, en los complejos, puede ocurrir una fuga de electrones y esto trae como consecuencia la generación de RL. Para recuperar su estabilidad, los RL capturan o secuestrar electrones de las moléculas que los rodean. A la fecha, sabemos que los RL son vitales, ya que modulan cuando una célula crece, cuando se divide y cuando muere.

Los antioxidantes son moléculas capaces de donar electrones y estabilizar a los RL. Impidiendo de esta manera la generación de estrés oxidativo y la consiguiente oxidación de biomoléculas. Nuestro organismo cuenta con mecanismos antioxidantes enzimáticos y no enzimáticos, para mantener el equilibrio. Por lo tanto, los antioxidantes pueden prevenir o reducir este DO.

Pero ¿Podrían los antioxidantes producir más daños que beneficios? Dos estudios cambiaron la forma de ver a los antioxidantes.

El primero fue en 1994 donde fumadores finlandeses recibieron placebos y antioxidantes; lo sorprendente fue que, en el grupo con antioxidantes, la incidencia de cáncer de pulmón aumentó en un 16%.

El segundo estudio fue realizado por Ristow en el 2009, donde demostró que una suplementación en la dieta con vitamina E y C, disminuía los efectos benéficos propios del ejercicio; ya que erróneamente se piensa que mientras más antioxidantes se consuman mayor será el efecto benéfico.

Para hacer honor a la verdad, los mayores efectos benéficos de los antioxidantes se han observado en personas que no tienen una dieta saludable. Podemos asegurar que liberarnos de los RL con antioxidantes no es una buena idea ya que dejaría al cuerpo desamparado contra algunas infecciones, entre otros procesos fisiológicos.

Finalmente, evitemos la auto prescripción de antioxidantes y creemos una conducta responsable frente a los medicamentos, sea cual sea su naturaleza.

Artículos citados:

doi: 10.1056/NEJM199404143301501.

doi.org/10.1002/biof.1388

Adela Rendón, PhD

Vicepresidenta RGMX-CAP ESPAÑA

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Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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