Cultura

Retraso

Hace unas semanas me enteré de que ya no es recomendable utilizar citas en un ensayo de tipo literario, pues da la impresión de que uno o una es incapaz de pensar por su cuenta y debe recurrir a apoyos externos, autores que, en esas frases entrecomilladas, se convierten en autoridades y le dan legitimidad a lo escrito. O se considera una forma de arrogancia, de culteranismo: quien introduce citas en su texto está presumiendo lo que ha leído sin tomarse siquiera la molestia de ponerlo en sus propias palabras. Y creo que ahí se encuentra una de las claves del problema: las palabras son de alguien más, por lo tanto, ¿dónde están las de uno, en este caso, las mías? Yo cito con frecuencia. A veces parafraseo, pero el temor a que parezca que me estoy adueñando de algo que no me pertenece me lleva de vuelta a copiar lo que subrayé en algún libro.

Supongo que pienso poco y, cuando lo hago, no confío en lo que pienso y prefiero apuntalarlo con alguna oración sabia, lúcida, bella que leí ayer o antier. Supongo también que es un defecto que proviene de mi breve paso por la academia y mis estudios de filosofía, en especial el curso “Ciencias y técnicas de la investigación”, donde aprendí que cualquier idea que presentara en mis trabajos semestrales tenía que demostrar sus orígenes, y las citas, colocadas de manera metódica en los párrafos, eran ramas de su árbol genealógico. Las notas a pie de página validaban detalladamente mis fuentes bibliográficas. Si había algo espontáneo en esos ejercicios era la organización, aunque el camino solía ser el mismo: tema general, desarrollo minucioso y, finalmente, con la debida cautela, conclusiones. No se aconsejaba el uso de la primera persona, sino el plural llamado de modestia: “deducimos que las sombras en la caverna de Platón simbolizan en realidad, etcétera”.

No es fácil deshacerse de una costumbre que aspira al conocimiento. Ahora que estoy enterada de que las citas revelan cierta debilidad intelectual —como si se estuviera pidiendo permiso, ofreciendo disculpas: no fui yo, fue Descartes— y escasas capacidades para pensar a solas, sin artimañas, ni vestuario, y que encima resultan pretenciosas, me pregunto si podré inventar un espacio de escritura que cumpla con las diversas instrucciones y me permita estar al día, no quedarme atrás; dedicarle, por ejemplo, unas cuantas reflexiones personales a las nuevas tecnologías, a la muerte continua de la democracia, a las estrategias de la empatía, a los moscos que voy matando a diario en mi pared más blanca. Y me respondo en negativo: no me será posible. Mi argumento es simple: leo escribiendo y escribo leyendo. Añado con un toque sentimental, quizá de chantaje, que me gusta pretender que esto es un diálogo. Abro las comillas y apunto lo siguiente de la poeta austriaca Ingeborg Bachmann: “Aún no sé mucho acerca de poemas, pero sí sé que la sospecha es importante”. De acuerdo: yo siempre sospecho. ¿Cuánto tardará en enfriarse el plato de la venganza?


AQ

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Tedi López Mills
  • Tedi López Mills
  • Ha publicado numerosos libros de poesía, además de cuatro volúmenes de prosa.
Queda prohibida la reproducción total o parcial del contenido de esta página, mismo que es propiedad de MILENIO DIARIO, S.A. DE C.V.; su reproducción no autorizada constituye una infracción y un delito de conformidad con las leyes aplicables.
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