Cuando se hacen encuestas en la industria para ver cuáles son los actores y las actrices que aún hacen que la gente quiera ir a verlos específicamente al cine, la cuenta no solo es muy baja, los podemos contar con los dedos de la mano. Lo cierto es que la mayoría de ellos están ya más cerca de los 60 años, siendo Dwayne Johnson el más joven, y varios de ellos, como Harrison Ford, ya viviendo la mejor de sus décadas a los 70 años.
Mientras que cineastas como Dennis Villleneuve (Dune) apuestan por ciertos actores como Zendaya, Florence Puig y Timothée Chalamet, sabemos que las nuevas generaciones viven en la pantalla chica. Eso cambiará, pero por el momento, llega un gran evento esperado por millones que tenemos la edad suficiente para haber ido todas las veces posibles a ver Cazadores del arca perdida y el Templo de la perdición: mañana se estrena Indiana Jones y el Dial del destino, la última de Harrison Ford, en los cines. Y está muy, pero muy divertida.
Lo cierto es que es un Indy clásico, en el mejor y peor sentido de la palabra. Tiene tres elementos claros en su identidad: símbolos arqueológicos fascinantes, sentido del humor y acción. Mucha, mucha acción. En este caso agregaré que hay un fantástico nivel de nostalgia, que ya se extraña a Indy patear el trasero de los nazis, y que las nuevas generaciones pueden estar felices con sus representantes. Es larga, sí, y si son como yo, las escenas de acción se prolongan más de lo que quisiera. Quizás eso es solo porque gozo demasiado las interacciones entre los personajes, los excesos entre la representación del bien y el mal, y la fantasía apegada a verdaderas figuras históricas y sus potenciales creaciones.
¿Que si la volveré a ver? ¡Seguro! Ahora con alguien de mi edad para que no se burle de mí cuando me vea contando los años entre el final de la Segunda Guerra Mundial, la llegada a la Luna y la verdadera edad de Harrison Ford.