Timothée Chalamet nos lo dijo: quiere ser “uno de los grandes”. Lo dijo durante la temporada de premios, donde fue celebrado —aunque no premiado como muchos pensábamos— por su interpretación de Bob Dylan. Pero ahora que ya vi su nueva cinta, me parece que, en realidad, ahí ya estaba en personaje: el personaje de Marty Supreme.
Falta un par de semanas para que podamos ver la película en nuestros cines, así que nada de spoilers —lo prometo—, lo que sí puedo decir es que se trata de la cinta más ambiciosa y de mayor presupuesto de la productora A24, y que va a establecer al actor como uno de los pocos que hoy en día sí pueden asegurar que la inversión en sus películas puede recuperarse. Los primeros números en Estados Unidos son espectaculares para tan pocas salas en los previos. Ni Leonardo DiCaprio ni The Rock pueden ya decir eso, al menos no cuando están haciendo cine de autor.
Pero aún más importante: Timothée se avienta con todo su ser a sus personajes. Eso de “seré uno de los grandes” viene directamente de Marty, el obsesivo y excesivo campeón de ping pong que interpreta en la cinta. Y sí, es una actuación agotadora, un personaje extremo, y una capacidad absoluta la que tiene de convertirse en el ser que está interpretando.
Por eso, verlo trepado arriba de la Esfera de Las Vegas —cual pelota de tenis de mesa— es mucho más que un acto de promoción. Es el personaje de nuevo. Es congruente con la película dirigida por Josh Safdie y coincide con el hecho de que incluso está haciendo prensa como el personaje, lo cual —debo admitir— es bastante estresante para los entrevistadores (ya conocerán a Marty).
No sé si estamos ante otro Daniel Day-Lewis, a quien perdemos por temporadas completas frente a los seres que interpreta, pero ese es el mensaje por ahora. ¿Ganará este torneo de las artes Marty Supreme? No lo sé, pero está siendo fascinante observarlo en acción.
