Ella, una maestra normalista, que luego fue abogada. Tras 34 años de carrera logró llegar a la máxima posición de su institución.
Una estudiante con las más altas calificaciones y una profesional con los más altos reconocimientos.
Y un día estalló, harta de lo que ella y su experiencia considera injurias: acusaciones de corrupción, nepotismo, rechazo social.
Y lo hizo a título personal, advirtiendo desde un inicio que ese era el tono de la conversación.
Digitalmente, de frente, enfrentó al agresor.
Por su parte, el agresor, quien a todo juicio no se le ofendió, hizo lo que podía esperarse: victimizarse.
En la propia conversación a través de mensajería telefónica, él instiga a la amenaza. Probablemente buscaba un “tómelo como usted quiera”, lo que no ocurrió y por el contrario, quedó asentado que no se trataba de una amenaza y hasta bendiciones recibió.
¿Fue correcto lo que hizo la Ministra Norma Piña al reclamarle a un senador sus dichos sobre el Poder Judicial? Para la gran mayoría, puede pensarse que la Ministra “se enganchó”, que debió dejarlo pasar.
Así como “ha dejado pasar” las caricaturas, la quema de su imagen en el Zócalo, los memes, las agresiones que hasta ahora son verbales, más todo lo que venga.
Probablemente la Ministra tuvo sus cinco minutos en el marco de una carrera de más de 30 años, cansada, harta y poseedora de los sentimientos más humanos posibles.
Y por ello, enfrentó a lo que si no habláramos del Senado y el Poder Judicial, podría ser considerado como un buleador.
Un agresor al que hay que ponerle límites, al que no basta ignorar, sino al que a veces es necesario enfrentar. ¿Qué no es común verlo? Sin duda no lo es. ¿Qué era necesario? Creo sinceramente que a veces lo es.
A quienes tenemos una vida pública, en razón del encargo, especialmente al ser mujeres, pareciera ser que tenemos la consigna de aguantar cualquier tipo de agresiones: “ser la funda de”, “vieja inútil”, “inepta”, “trepadora”, “cercana a”.
Lo que es poco común, como en el caso de la Ministra Presidenta, es que algunas de nosotras salgamos a dar la cara ante el agresor, acostumbrado a que no haya consecuencias a sus palabras y a subir el tono al no tener ningún tipo de contención.
El agresor dura hasta que es enfrentado. Y creo que este caso no será la excepción.
Y de alguien que está dispuesta a sostener en público lo que en privado dijo, creo que hay que valorarla aún más.
Solo se puede ser contestona cuando se sabe lo que implica la cultura del esfuerzo. Bien por usted Ministra.