La Generación Z está integrada por las y los mexicanos nacidos entre 1997 y 2005. Los más jóvenes acaban de cumplir 20 años y los de mayor edad rondan los 28. En números gruesos, son alrededor de 20 millones de personas, lo que representa una quinta parte de la población mayor de 18 años.
Algunos de ellos convocaron a una manifestación pacífica el fin de semana pasado. Fue una protesta contra la violencia, la inseguridad, la impunidad y la corrupción. Los acompañaron miles de personas. Las autoridades convirtieron el Zócalo en una fortaleza y la violencia inducida estalló. Hubo golpes, arrestos, represión y muchas dudas sobre lo sucedido.
En las entregas anteriores de esta columna, con base en el libro de Alejandro Moreno La evolución cultural en México (Fomento Cultural Banamex, 2025), analizamos algunos cambios en los valores de los mexicanos. Sintetizo ahora los hallazgos sobre esta generación.
La Generación Z es la primera plenamente digital. Nació y creció con internet y las redes sociales. La tecnología forma parte de su vida cotidiana y se relacionan con el mundo a través de ella. Mantienen una alta valoración de la libertad individual, pero con un sentido social más empático que competitivo. La autonomía personal, la diversidad y la autenticidad son sus principios rectores. Valoran la inclusión, la equidad de género y el compromiso ambiental, mientras desconfían de las jerarquías y de la autoridad institucional. Su visión del mundo se construye en red: la política, la identidad y la moral circulan en plataformas digitales donde lo colectivo se expresa en causas más que en estructuras.
No reniegan de la democracia, pero la viven de manera menos institucional y más emocional. No se sienten representados por los partidos políticos. Creen en los derechos y la participación, pero dudan de la eficacia de las instituciones que deberían garantizarlos. En ellos se manifiesta una ética de la coherencia —ser congruente más que obediente— y una política de la autenticidad, donde la verdad personal vale tanto como la verdad pública. Por eso marchan por el clima, por la diversidad o contra la violencia, pero rara vez militan en partidos. Su compromiso es fluido, inmediato y profundamente moral.
Representan una nueva gramática de los valores: menos vertical, más emocional; menos de instituciones, más de causas. Si la generación posrevolucionaria forjó el nacionalismo y los boomers creyeron en la democracia representativa, la Generación Z está construyendo una ética de la autenticidad. Alejandro Moreno la describe como una cohorte que “ya comienza a moldear nuestra sociedad y a poner los cimientos de nuestro futuro como país”. El reto —para la política, para la Presidenta y para todos— será aprender a dialogar con un país que piensa en línea, pero siente en comunidad.