Le tocó ser profeta en su tierra. Una mujer, Claudia Goldin, ganó el Premio Nobel de Economía.
Claudia Goldin, quien es considerada la pionera y una de las más brillantes investigadoras en el tema de la brecha salarial por género, ganó la máxima presea en un campo que se ha señalado por su disparidad.
Por ejemplo, de acuerdo con Lisa Kolovich, una notable economista del Fondo Monetario Internacional, en los programas de doctorado en Economía de Estados Unidos los estudiantes masculinos superan a las estudiantes femeninas en una proporción de 2 a 1.
Esto es corroborable con la premiación misma. Goldin, profesora de la Universidad de Harvard, es la tercera mujer en obtener el prestigiado galardón tras 55 ediciones, y es la primera en lograrlo en solitario.
Goldin, quien ha sido pionera destacada con sus estudios sobre la infrarrepresentación femenina y los menores salarios de las trabajadoras en el mercado laboral, es además una prueba de esta brecha: fue la primera mujer en lograr un puesto fijo en los departamentos de Economía de Harvard y de Pensilvania.
Con sus trabajos, la hoy laureada abrió la puerta al análisis de la brecha más allá de las cifras y de simplemente tildarlo como discriminación. La poca comprensión de la que implica esta brecha que es negada por muchos va más allá de no discriminar simplemente por género o de proporcionar salarios por igual sin distinción de sueldos. Es entender el por qué las mujeres tienen más dificultad para poder alcanzar los estándares deseados por las empresas o su permanencia en los campos laborales. Y esto no tiene que ver con trabajar en cuotas laborales con las mujeres sino con una concientización social del rol de los hombres en las labores domésticas y familiares.
Goldin ha denominado esta variable como el “presentismo”. En entrevista para el diario español El País, lo definía de la siguiente manera: “los hombres están desproporcionadamente disponibles para hacer largas jornadas en el trabajo, mientras que las mujeres están desproporcionadamente disponibles para dedicarse a tareas del hogar”. Esa, argumentaba, “es la otra cara de la moneda de la desigualdad en la pareja”.
De esta manera, no es negar la discriminación por género presente en el campo laboral, sino dejar de verlo como algo simplón donde por el hecho de ser mujer se es menos valorada. El problema radica más allá, en las tareas que la sociedad ha puesto sobre la mujer, sobre el rol estructuralmente asimilado. De tal manera que mientras se siga creyendo y trabajando en solo reforzar políticas de cuotas no estamos solucionando la brecha. Pues para Goldin, el origen de la discriminación radica “en los mecanismos de promoción, con políticas institucionales y empresariales de gestión del personal”.
La brecha salarial es más compleja que igualar sueldo y abrir cuotas laborales. Se necesita suelo parejo para poder correr la misma carrera. Se necesita liberar a la mujer de cargas que no lleva consigo el hombre o compartirlas. Entonces sí estaremos corriendo hacia el fin de la brecha.