Hace 200 años en nuestro país se gestó uno de los acontecimientos más importantes de su historia, la conformación de una República libre y soberana.
Cuando la joven nación obtuvo su independencia, nos encontrábamos frágiles, divididos y resintiendo tres siglos de dominación española. No obstante, fuimos capaces de trazar un sendero hacia la democracia, el cual no fue sencillo de concebir, pues al igual que muchos otros pueblos, esta historia se escribió con sangre.
En 1824 se promulgó nuestra primera Constitución Política, fue así como adoptamos un gobierno republicano y en ese mismo año tuvimos a nuestro primer presidente. Desde entonces México ha visto desfilar a casi 40 mandatarios, la mayoría de ellos militares. Tuvimos también el lujo de ser gobernados por dos emperadores, hubo muchos desacuerdos, principalmente entre quienes defendían la idea de una república y aquellos que añoraban la vieja estructura de la monarquía.
Con todos estos tropiezos pudimos establecernos como nación, adoptando el nombre de Estados Unidos Mexicanos y es así como en la actualidad tenemos la oportunidad de elegir nuestro rumbo y sobre todo a nuestros gobernantes. Sin embargo, nuevamente estamos en los albores de una época trascendental, pues en doscientos años de historia, por primera vez seremos testigos de un hecho sin precedentes: la llegada de una mujer por vía democrática a la presidencia de la República, por primera vez una mujer dirigirá los destinos de la población mexicana.
Esta es una situación que no debería sorprendernos, desde hace ya varios años el rol de la mujer mexicana ha cambiado radicalmente, tratando de colocarse a la par de una sociedad cada vez más competitiva e incluyente. Históricamente las mujeres han tenido que luchar tanto por reconocimiento a su labor como por el reconocimiento de sus derechos, su legitimidad en el ámbito laboral y cultural y desde luego la oportunidad de ocupar un cargo tanto en la administración pública como en otros rubros.
Nuestros abuelos difícilmente habrían concebido un gobierno de alternancia y mucho menos a una mujer ocupando la silla presidencial, esta sola idea representa un cambio total en el paradigma nacional. Actualmente son varios los estados de la República que cuentan con una gobernadora, lo que no es un avance menor de acuerdo a las cifras de la Organización de las Naciones Unidas, a nivel mundial solo el seis por ciento de países tenían a una mujer como jefe de estado y apenas un siete por ciento presidiendo un gobierno.
Pese a todo lo anterior, el liderazgo femenino ha tenido un aumento significativo, aunque son pocas las naciones que han logrado un verdadero equilibrio de género, es un hecho innegable el importante papel de la mujer en la toma de decisiones. Latinoamérica no está exenta de tal progresismo y ya hemos atestiguado a mujeres que han ocupado el máximo cargo al que una persona servidora pública puede aspirar, tendencia que curiosamente nuestros vecinos del norte más progresistas (Canadá y Estados Unidos) siguen postergando.
Lo anterior trata de establecer avances sumamente significativos que abogan por la igualdad, pero que en opinión de algunos puede interpretarse como una intrusión en esquemas y beneficios que otros fueron exclusivos de la población masculina, tales como ser el sostén de una familia, estar al frente de un negocio o empresa, representarnos en competencias internacionales o aportar ideas y descubrimientos científicos, son tareas que las mujeres llevan desempeñando cabal y diligentemente desde hace ya bastante tiempo.
Sin lugar a dudas esto significa todo un logro para una sociedad cuya idiosincrasia sigue siendo mayoritariamente patriarcal. Es así como llegamos a un instante histórico en el que estamos frente al ejercicio de lo que podría representar una verdadera alternancia, un momento en donde por primera vez seremos capaces de romper barreras culturales y paradigmas, acortar brechas de género, un evento que ha terminado por afianzar la incursión de las mujeres tanto en la escena política como en otros espacios que les fueron negados injustamente, pese a que representan a la mayoría de la población mundial y quienes desde hace ya varios años son el rostro de nuestras mayores aspiraciones. Es así como en este contexto hoy respiramos vientos de cambio.