La gran mayoría de nosotros somos gente de a pie, así que hacemos fila en los bancos, sobrellevamos estoicamente los maltratos de las distintas burocracias, nos sometemos sin demasiada furia a las absurdas exigencias de doña Administración, acudimos personalmente a realizar las interminables diligencias que necesita la obtención de un crédito o la mera compra de cualquier artículo, en fin.
O sea, que no tenemos la vida resuelta como, digamos, esos potentados que nunca se aparecen en una sucursal bancaria o un supermercado por tener a su disposición todo un séquito de asistentes. Ah, y ni hablar de quienes habitan un palacio presidencial. Es la máxima gloria terrenal: jamás se preocupan del menú de la cena o de que se hayan acabado las capsulitas para preparar un café espresso.
Por cierto, la sabiduría popular me condena. Lo de “mal de muchos, consuelo de tontos” debe restarle puntos a mi coeficiente intelectual porque, qué caray, me conforta grandemente enterarme de que otros congéneres comparten las mismas adversidades.
Justamente por eso me encantó el último artículo de Pérez-Reverte en este diario. Contaba el hombre que hizo una compra en Amazon y que recibió después un mensaje de la oficina de Correos: su paquete estaba retenido en la aduana y de no cumplir con un rosario de trámites, en cinco días, se podría “determinar la destrucción de su mercancía”. Tras un kafkiano viacrucis burocrático, el admiradísimo escritor pudo recuperar su pedido.
Pues bien, por haber encontrado consuelo al saber que un personaje de ese calibre afronta tamañas peripecias, me permito emularlo y referirles a ustedes mis propias frustraciones. Recibí también un mensaje, pero en este caso del gerente de una sucursal del Banco Santander. Debía yo acudir a actualizar mis datos, de otra manera se “bloquearía mi cuenta”. ¡Ay mamá! Y, pues sí, amedrentado por tamaña advertencia me personé de inmediato en la agencia más cercana. Transcurridas dos semanas, otro mensaje: no había procedido la gestión y debía volver. Volví. Al poco tiempo, una nueva notificación: tenía que acudir nuevamente porque se necesitaba otra firma. Obedecí dócilmente.
¿Resultado? Después de atender en TRES ocasiones la exigencia del banco, mi cuenta fue bloqueada. Hace media semana que no puedo disponer de MI dinero. Se los detallo aquí para que se consuelen también ustedes, amables lectores.